miércoles, 14 de diciembre de 2016

Carta (semi)abierta a Pablo e Íñigo








Bruselas, 14 de diciembre de 2016


Queridos Pablo e Íñigo:

Espero que estéis bien los dos ; yo, a pesar de algún pequeño achaque, también bien, gracias. He leído con interés vuestras cartas de los últimos días y me ha alegrado el cambio de estilo respecto de los tuits que os veníais intercambiando, que más que piadas de pájaro parecían dardos. Las cartas que os intercambiáis ahora son testimonio de una vieja amistad que ha atravesado alguna pequeña tormenta política, pero que permanece. Vuestra amistad personal, siendo positiva, no deja de ser un asunto privado, cosa vuestra. Lo importante es otra amistad, una amistad que llamo "amistad política" siguiendo a Aristóteles, para quien los ciudadanos están unidos por una relación basada en la igualdad y en el recíproco interés.

Los integrantes de una comunidad política democrática, y los miembros de un partido político democrático deberían verse unidos por ese tipo de lazo que contrasta a la vez con el lazo individual de la amistad ética y con vínculos políticos basados en la desigualdad o la conveniencia no recíproca como el que une al tirano con su pueblo o al padre con sus hijos. Existe pues esa amistad política que va más allá de la personal; y la característica de esa peculiar amistad es que está basada en la igualdad. Pues bien, las cartas que os intercambiáis y que los demás miramos con simpatía acompañada de una pequeña sonrisa, bastan para consolidar una amistad personal, pero son muy insuficientes para afirmar la necesaria amistad política, entre vosotros y entre cada uno de vosotros y los demás miembros de Podemos.

Faltan, en efecto, en vuestras cartas y en el conjunto del proceso precongresual en que estas se inscriben los elementos de igualdad y de recíproco interés que constituyen una verdadera comunidad basada en la amistad política. Esto es así debido al hecho de que la "máquina de guerra electoral" que construísteis con algún éxito en la asamblea de Vistaalegre, sigue existiendo dentro de Podemos y sirve para enmarcar vuestros debates y condicionar los de todos. La máquina de guerra electoral os sirvió primero, dentro de Podemos, para lograr el control casi completo de la organización por parte de vuestra gente. El primer « cielo » que esa máquina asaltó y conquistó fue la propia organización, con el resultado de que los círculos y demás espacios de participación quedaron exangües al verse prácticamente inútiles, pues la organización, militarizada para esa guerra, había quedado reducida a una cadena de mando que servía de apoyo a un comando electoral central. Lograda la unanimidad formal y la disciplina dentro, el movimiento expansivo de la base de la organización se detuvo y esta se contrajo.

Muchos confiaban en que la máquina electoral conquistase también los cielos exteriores y, con una mayoría parlamentaria y a cargo del gobierno, empezase la transformación radical del régimen, esto es un proceso constituyente. Nada de eso pasó, pues la guerra que se hizo en el plano electoral fue todo menos una "guerra popular", fue más bien un proceso mixto que reunía rasgos de la guerra clásica clausewitziana con elementos de guerra de guerrillas, pero en ningún caso se pensó en una auténtica guerra popular electoral apoyada por un movimiento social expansivo. Por no se sabe qué razón, aunque supongo que por desconfianza hacia la tan mentada "gente", se prefirió este modelo mixto de dos fórmulas autoritarias a la "anomalía salvaje" del primer Podemos.

Se trata ahora de cambiar de táctica y de hacerlo bastante rápido, de cara al congreso que se prevé para febrero. A la vista de los distintos manifiestos que circulan, y cuyo contenido es casi idéntico, puede decirse que existe consenso unánime sobre la necesidad de descentralizar y democratizar Podemos y dar la palabra a la "gente". Esto, sin embargo, no es nada fácil de hacer con la estructura jerárquica hoy existente y con la práctica política interna y externa del Podemos actual. No lo es, porque la participación de la que se creyó poder prescindir durante un largo periodo, resulta ahora imprescindible para la transformación que se persigue, siendo a la vez prácticamente imposible en las estructuras y prácticas actuales.

El problema es que Podemos ha quedado convertido en una organización con estructura oligárquica que ha seguido la no tan fatal "ley de Michels", y en la cual diversas facciones compiten por el voto de las bases, de la misma manera que ocurre fuera, en el marco de eso que "llaman democracia y no lo es". Los partidos, en ese esquema de democracia desligada de la participación popular descrito por Schumpeter se convierten en empresas que compiten por el voto en un mercado. Como cualquier empresa tienen un producto: un programa, una imagen, un líder que configuran un "producto político". Ese tipo de competencia, unido a la estructura oligárquica que, como en cualquier empresa capitalista la acompaña, crea una relación de hostilidad entre los distintos partidos, alejándolos de la búsqueda de un interés común. No es de extrañar que, cuando esta práctica de la política se extiende al interior de la organización, la amistad política entre vosotros peligre, para gozo de los medios de propaganda del régimen, por mucho que subsista la personal. Es más aún: la propia amistad política entre vosotros y el resto de la organización también queda en entredicho, pues la relación de igualdad y de interés recíproco se desvanece en la lejanía que establecen la representación y el mando. Quedan así una relación de competencia por el mando y una relación de mando desigual entre las opciones organizadas que representáis y la gente de la organización, que queda privada de uno de los principales bienes políticos que prometía Podemos: la participación y el empoderamiento político, que brillan hoy por su ausencia.

Acabo ya, recordando que esto tan preocupante en apariencia tiene un fácil remedio: hacer que vuestra profesada amistad se transmute en la necesaria amistad política tanto entre vosotros como con el resto de los integrantes del proyecto. Un Podemos que elige entre ofertas que compiten ferozmente por el voto no decide colectivamente sobre su futuro. Elegir no es decidir: siempre se elige lo que otro te ofrece en competencia con otro más, pero solo se decide un acto propio. La participación política es del orden de la decisión colectiva; su condición de posibilidad y su resultado es la amistad política. El desarme verbal de las facciones hoy enfrentadas -para regocijo de los aparatos de prensa del régimen- y la puesta en marcha de un auténtico proceso de debate democrático y participativo, desvinculado de la opción por uno u otro dirigente nos permitirían llegar a unos textos programáticos y organizativos elaborados entre todos y aceptables por todos, incluidos los que se postulen para representar y aplicar las posiciones expresadas en esos textos.

Espero que hayáis llegado al final de esta carta sin abandonar su lectura a la primera crítica que considerárais inaceptable. Mi propuesta no es novedosa, pues muchos compañeros defienden cosas parecidas, pero intenta sobre todo argumentar la necesidad de recuperar ese bien preciado que es la amistad política y también proponeros dar un disgusto al País o al ABC, que andan últimamente muy sobrados con nosotros.

Un afectuoso abrazo a los dos y a todos los demás,

Juan Domingo Sánchez Estop
Bruselas

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