lunes, 3 de marzo de 2014

Por una política no fascista

"...el enemigo mayor, el adversario estratégico (ya que la oposición de El Anti-Edipo con sus otros enemigos constituye más bien un combate táctico): el fascismo. Y no solamente el fascismo histórico de Hitler y de Mussolini - que tan bien supo movilizar y utilizar el deseo de las masas- sino también el fascismo que existe en todos nosotros,  que habita en nuestros espíritus y está presente  en nuestra conducta cotidiana, el fascismo que nos hace amar el poder,  desear  esa cosa misma que nos domina y nos explota." (Michel Foucault, Introducción a la vida no fascista)



1. Hace poco, pudimos oir hablar en La Sexta a Marine Le Pen, líder del Frente Nacional francés, presentándose como "la voz de la verdad" y defendiendo frente a los inmigrantes, a Europa y a la mundialización la "preferencia nacional". Hay quien, en sectores de la izquierda quedó fascinado por este discurso, quien consideró difícil oponerse a él. Hay que tener mucho cuidado con este discurso y con los canales que pueden conectar ciertos discursos de izquierda con este. O señalamos como objeto de nuestro antagonismo las relaciones de producción en lugar de a un grupo humano más o menos definido, o vamos al desastre y al racismo. Si se señala a « los ricos », o a los « financieros » como el enemigo, puede siempre operarse un desplazamiento metonímico hacia otra categoría: de financieros puede pasarse a judíos, árabes, gitanos, homosexuales, comunistas, etc. El fascismo, como la pulsión de muerte, es un maestro de la metonimia. Es muy peligroso utilizar la lógica amigo-enemigo, propia de la soberanía, para representar la lucha de clases. La lucha de clases como tal es irrepresentable, solo se puede pensar como relación. Como tal, no depende de sus polos, sino que los genera. Hay que saber salir de las metáforas guerreras si queremos lograr una política no-fascista. El antagonismo debe pensarse como ampliación de la potencia propia no como autodefinición desde y por el enemigo. Si nos definimos, no desde nuestra propia potencia y nuestro propio deseo sino solo frente al enemigo, nos convertimos como correctamente afirma Carl Schmitt, en la imagen especular de nuestro "enemigo". Hay que poder salir de esa pelea imaginaria de uno mismo ante su propio espejo y abordar la realidad, la materialidad de las relaciones de producción, las relaciones de apropiación y expropiación.


2. Actuar sobre lo real de las relaciones de producción no supone abandonar la ideología ni la imaginación, pero una política abierta a las relaciones de producción y a la lucha de clases, fomenta otro imaginario, no guerrero, no fascista. La lucha de clases no es una pelea especular, sino el resultado de una relación social que constituye sus propios polos. Frente a una entificación del enemigo que abre las puertas al fascismo fuera y dentro de nosotros mismos, hay que explicar las relaciones en las que estamos implicados, no desde posiciones abstractas y complicadas, sino de forma accesible al común de los mortales. Hay que mostrar en todas nuestras intervenciones públicas la relación efectiva que hay entre el fascismo abierto y la normalidad tánatopolítica del neoliberalismo. Si no hacemos que la gente comprenda -y no comprendemos nosotros mismos- que hay una continuidad entre las muertes por hambre, suicidios y enfermedades dentro del Estado Español y las muertes en sus fronteras y que ambos tipos de muertes responden a las mismas relaciones sociales y a la misma esclavitud, habremos perdido. Nos harán oponernos a los « inmigrantes », a los « extranjeros », pero no a las relaciones sociales que explotan y esclavizan a la inmensa mayoría. Cuando se habla de « los nuestros » y de un patriotismo popular, entre ellos deben estar inequívocamente incluidos los 15 de Ceuta y todo el pueblo en éxodo de los sin papeles y todos los navegantes de las pateras, sin que quepa la más mínima duda al respecto. Toda perspectiva de cierre soberanista xenófobo contiene en sí misma el germen de toda esta barbarie. Nuestro problema no es el "exterior", Europa o la emigración, sino las relaciones de explotación y dominación imperantes a nivel europeo y mundial y que no tienen remedio alguno mediante un repliegue tras unas fronteras tan crueles y bárbaras como inútiles. La soberanía hoy es mera gesticulación a la vez mentirosa y sanguinaria. Tenemos hoy una extraordinaria ocasión de superarla con una clara apuesta por un proceso constituyente europeo federal y democrático que rompa el cierre de los Estados y de la propia Europa.


3. Existe ciertamente contradicción entre esta posición abiertamente universalista y los llamamientos a la designación de un « enemigo » pero no es una contradicción insalvable: es una contradicción necesaria que nace de la realidad de las sociedades humanas. La forma predominante de toda política es, como la de todo conocimiento, imaginaria. Ahora bien, una política imaginaria es necesariamente sustancialista y schmittiana : se basa en la oposición amigo-enemigo como hecho originario e irreductible. Schmitt acierta con el síntoma, pero no da con la causa. Naturalmente que hay que tener en cuenta el síntoma y su efectividad propia, pero al mismo tiempo, una política de liberación debe explorar las causas subyacentes a esta oposición e intervenir sobre ellas, debe reducir el síntoma. La lucha de clases no es una dialéctica amigo-enemigo, no debe contemplarse bajo la engañosa metáfora fascista de la guerra, sino desde la perspectiva de la liberación y de la potencia de la multitud. En tal caso, una vez investigadas sus causas en el terreno de las relaciones de producción, la enemistad no será un elemento sustancial y permanente, sino el efecto de una relación relativamente inestable que una variación de la correlación de fuerzas puede modificar o destruir. 

4. De nada vale complacerse en los efectos, incluso en los efectos imaginarios e ideológicos que produce sobre nosotros una determinada relación social. Conocer verdaderamente es conocer por las causas (Verum gnoscere est gnoscere per causas, decía el Aritóteles latinizado de los escolásticos)...En política, el conocimiento de las causas nos permite conocer los síntomas en su génesis y su eficacia, pero nunca al revés. Conocer una relación constitutiva permite a la vez conocer la realidad de esta y los efectos imaginarios que produce, pero partiendo de los efectos imaginarios de esta relación sobre nosotros no puede concluirse nada seguro. Por concluir con otro latinajo del maestro Spinoza: verum index sui et falsi (lo verdadero es índice de sí mismo y de lo falso). Esta inseparabilidad de lo verdadero y de lo falso es el principio de toda teoría materialista de la ideología, pero también de toda auténtica política de liberación.

1 comentario:

djs dijo...

Desde hace tiempo estaba dándole vueltas a la idea de que la política es antagonismo, enfrentamiento, lucha, guerra... Al final de esa cadena siempre aparecía Schmitt y caía una y otra vez en todas y cada una de las trampas que tú has señalado. Después de leer este artículo lo veo todo de forma diferente.
Y es curioso porque en otros aspectos he sido capaz de pensar la "clase" como una relación, pero no de aplicar el mismo razonamiento en todos los casos. Claro que ese es problema de mi ingnorancia.
Gran post, como todos los demás.
Saludos.