sábado, 21 de mayo de 2011

Nosotros y Ellos después del 15 de mayo: el régimen español y sus distintos tiempos

Ilustración de Nosotros de E. Zamiatin (1921)



El presente: ELLOS
Si hay algo que ha quedado claro después del 15 de mayo es que España, como Túnez, como Egipto, como Libia, no es una democracia, sino un régimen. El eslogan que más se ha oido en este movimiento ha sido "Que no, que no, que no nos representan", con una machacona triple negación con la que se niega que nos representen, pero con la que también nos negamos a que nos representen. En los expresivos términos que utilizaba la disidencia en la URSS breznevista para denominar a la nomenklatura tardoestalinista, los políticos profesionales son hoy ONI (en ruso: ELLOS). ELLOS, que no son nosotros, aunque su régimen quiera imponernos un falso Nosotros totalitario como en la novela de Zamiatin. Nuestro "nosotros" no los incluye, ellos son otros, son ELLOS en el sentido más fuerte del término. No nos representan. En otras palabras, no son parte del demos de nuestra democracia, sino lo que excluye al demos de la representación e imposibilita su expresión. ELLOS no son la democracia, sino el Régimen. Respecto de la democracia son estrictamente antisistema.


El preterito imperfecto: de las cunetas a Forbes
Son el régimen en cuanto, a través de las formas jurídicas de una democracia, expresan un poder dictatorial, actuando como agentes de la dictadura del capital y, de forma más concreta e inmediata, de la dictadura del capital financiero tal como esta se expresa a través de los mercados. Aunque existan diferencias formales entre los regímenes autoritarios y corruptos de Egipto y de Túnez y el régimen español, coinciden todos ellos en ser formas de una única dictadura. El régimen español tiene además un siniestro pasado que le sigue esperando en las cunetas, un pasado cuyo principal documento es el actual jefe del Estado, ese monarca nombrado por Franco para sucederle y que hoy ocupa un buen puesto entre las fortunas mundiales y el cuarto entre las del Estado español, con un patrimonio de sólo unos 1.790 millones de euros; los ahorros de toda una vida de alguien que ha vivido de su sueldo. Las cunetas y el poder financiero se abrazan así por encima de la población en una danza macabra en torno al actual Jefe del Estado y cabeza del Régimen español. Hoy, los jóvenes españoles de muy diversas edades están desafiando abiertamente la pedagogía del millón de muertos, bien nombrada por mi amigo Santiago Alba. Estamos desaprendiendo la sangrienta lección.

El futuro inmediato: Europa
La inteligencia de los jóvenes de muy distintas generaciones de todas las plazas españolas ha sabido poner de relieve la realidad del régimen por debajo de la supuesta democracia. Sus propias vidas son el doloroso síntoma de esa realidad que subyace a la democracia española. Para cambiar de sistema, para iniciar un verdadero proceso constituyente, no basta, sin embargo, calificar el régimen como dictadura de los mercados, que lo es. Tampoco basta denunciar la monarquía ni exigir un referéndum que nos permita romper con ella, aunque es algo hoy indispensable. Es necesario también atender a las ramificaciones internacionales del régimen español, que en gran medida es sólo una provincia de un régimen europeo y a mundial. La protesta española tiene que elevarse a escala europea. España no puede hacer como Islandia o como Argentina, no puede suspender pagos ni reestructurar la deuda por sí sola. La suspensión de pagos (el default) y la reestructuración que permitan poner fin a los recortes y cambiar definitivamente de política económica sólo pueden reivindicarse y obtenerse a nivel de la Unión Europea. Exigir hoy junto con los demás movimientos sociales antineoliberales de Europa, sobre todo de Portugal, Grecia, Irlanda y de los países del Este más afectados por la "cura de austeridad", una suspensión de pagos europea no es ninguna utopía, sino un objetivo necesario en un programa de lucha efectiva contra el régimen. Esto nos permitirá tener una democracia real en cada Estado miembro de la UE y tenerla también en una Unión Europea dotada de un constitución federal y democrática, en lugar del actual sistema oligárquico por el que se rige.

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