miércoles, 25 de mayo de 2011

15M: La imitación de los afectos o el enjambre constituyente

Enjambre de estorninos


Acampadasol


"Ex eo, quod rem nobis similem, & quam nullo affectu prosecuti sumus, aliquo affectu affici imaginamur, eo ipso simili affectu afficimur. " Spinoza, Ethica, III, p. 27 
(Por el hecho de imaginar que experimenta algún afecto una cosa semejante a nosotros, y sobre la cual no hemos proyectado afecto alguno, experimentamos nosotros un afecto semejante.)


En un post reciente de su excelente blog Quilombo, Samuel interpreta las concentraciones posteriores al 15M recurriendo al interesante concepto de enjambre. Afirma lo siguiente: "En pocos días la multimillonaria campaña de los principales partidos políticos quedó convertida en un teatro de marionetas tristes, enmudecido por el zumbido del enjambre. El enjambre carece de voluntad general, no hay una unidad desde la que partan las decisiones, todos comunican, deciden y valen por igual, sin cuota preferente en el telediario. " Quienes, como yo, sólo hemos podido contemplar a distancia la Puerta del Sol a través de una cámara de televisión, podemos corroborar esa impresión: la concentración y la acampada que le sirve de núcleo duro tienen un aspecto parecido al de un hormiguero en marcha o al de los alrededores de una colmena. Los individuos, como pequeños insectos, se desplazan en distintas direcciones, erráticamente, pero el conjunto termina configurando un grupo con una geometría ordenada que corresponde más o menos, en nuestro caso, según los momentos, a la elipse aproximada de la plaza organizada en torno a diversos focos: el "caballo", el "oso".... Los insectos sociales, mediante interacciones simples realizan acciones colectivas e individuales cuya extraordinaria inteligencia ha sorprendido durante siglos a los naturalistas. Se valen de signos, de movimientos ordenados y de olores que orientan a otros individuos y al conjunto del grupo hacia fuentes de alimento u otros objetivos de interés, o bien alertan de los peligros que amenazan a todos y cada uno de los individuos. La comunicación dentro del enjambre es así el resultado de actos semióticos simples, cada uno de los cuales no necesita ni gran inteligencia, ni mucha información, pero que desembocan en una conducta general perfectamente adaptada al medio. La paradoja del enjambre es así que un comportamiento sumamente inteligente pueda ser el resultado de interacciones muy simples. Es la misma paradoja que encontramos en la biología darwinista o, en general, en cualquier explicación materialista que deseche el "diseño inteligente" o la existencia de una esencia universal de cuyo despliegue se derive toda la complejidad.


La lógica del enjambre es la que rige la investigación más avanzada en inteligencia artificial, que se basa en la "inteligencia de enjambre" (Gerardo Beni, 1989). Tras haberse descartado los modelos centralizados de inteligencia por la cantidad enorme de memoria necesaria para obtener el más mínimo resultado, se optó por la conexión flexible entre módulos de inteligencia y memoria simples que interactúan entre sí como un enjambre o como una nube dentro de sistemas distribuidos. Esto permite un gran ahorro de memoria y un máximo de flexibilidad. La pista parece ser muy prometedora para la construcción de nuevas generaciones de ordenadores y otras máquinas inteligentes. No se trata, pues, de crear un complicadísimo algoritmo del que todo se derive, sino de algoritmos simples encarnados en máquinas simples que aplican en su relación con las demás reglas simples y definidas. Tal vez el secreto de la inteligencia humana tenga que ver con el hecho de que las neuronas interactúen así y no conforme a una lógica o una gramática prestablecidas. La complejidad es , de ese modo, algo siempre derivado de lo más simple y no algo que le venga prescrito, pre-escrito. 


Probablemente un cerebro se parezca más a un cardumen de peces internamente caótico en apariencia, pero muy ordenado en su conjunto o a una bandada de aves migratorias que a una gran máquina inteligente de inmensa complejidad. Lo mismo ocurre con la inteligencia colectiva, el famoso "General Intellect" de Marx. El animal social imita a los otros individuos según un principio que Spinoza denominó, adelantándose a cualquier etología "imitación de los afectos" (emulatio affectuum). Imitamos a los demás individuos que se nos parecen, porque no conocemos adecuadamente nuestro propio cuerpo, no sabemos distinguirlo de los otros y esto es así, porque no lo podemos conocer como es, sino en su relación con los cuerpos que lo afectan. Este es el tipo de conocimiento que Spinoza denomina "imaginario" y que coincide en buena medida con la experiencia kantiana.  El conocimiento imaginario que tenemos de nuestro cuerpo, es decir el que tenemos a través de la imagen que otros cuerpos, también humanos, imprimen en nosotros, nos hace imitar los afectos y pasiones de aquellos. Ello no obedece a ningún instinto altruista, sino a la condición irremediablemente imaginaria del ser humano. De ahí que uno de los más fuertes resortes de la socialidad sea para Spinoza la indignación, el odio que experimentamos hacia quien hace mal a otro. El otro es siempre un otro imaginario, un otro que es "como yo" y cuya conducta nos vemos impelidos a imitar. La imaginación, en el ser humano, es un posible resorte de la conducta de enjambre, cuando la imitación de los afectos se extiende y unifica temporalmente una multitud. También es un resorte del odio y de la discordia, como lo muestra esa propia pasión ambigua que es la indignación, que nos hace odiar a quien hace mal a otro, a otro yo.  Odiamos así, en la indignación, a otro yo que hace mal a otro yo.


El ser humano no tendría, sin embargo, una vida ordenada y laboriosa como la de las abejas o las hormigas si permaneciera en esa dimensión imaginaria. Para el ser humano, la imaginación no sólo es fuente de orden, sino de odio y de destrucción. Por mucho que la Fábula de las abejas de Mandeville pretendiese que los vicios privados constituyen según una dialéctica rigurosa virtudes públicas o que Adam Smith nos explique cómo el egoismo es el motor fundamental de una sociedad libre y ordenada, la imaginación humana, base de todas las pasiones, incluso de las más extremas y mortíferas, puede conducir no sólo a la pacífica competencia, sino a la guerra civil y el exterminio cuando grupos enteros se convierten en objetos de odio para otros. La historia moderna, historia del capitalismo, nos da sobrados ejemplos de ello. Sin embargo, otra dimensión, la del lenguaje, se articula con la imaginación y nos permite superarla socializándola, a través de lo que Spinoza denomina "nociones comunes". Si la indignación es el origen pasional de lo social, su cimiento es esta razón colectivamente constituida a través del lenguaje y del concepto. Frente a la naturalidad instintiva de la imitación propia de los insectos, la imitación en los humanos se articula siempre con otra dimensión colectiva, esa primera relación"comunista" que es el lenguaje según el Marx de la Ideología Alemana. El lenguaje es lo común, de origen imaginario, pero socializado y racional, que nos permite salir del universo de la mera imaginación donde sólo caben dos posibilidades: la vida colectiva de los insectos sociales o la guerra. El lenguaje abre una tercera posibilidad: la política, el antagonismo dentro de lo común y el antagonismo por lo común. Existe política y no sólo guerra civil, porque la sociedad humana está unificada por el lenguaje, lenguaje que, a la vez, la divide permanentemente. El lenguaje permite, en efecto, nombrar la sociedad como un todo, pero al mismo tiempo declarar también ese mismo todo una ficción, afirmar que es una mentira. El lenguaje, por su propia existencia nos muestra que nada es todo, pues todo en él y por él se puede decir, menos el propio acto de decir. A diferencia de la bella totalidad imaginaria de la colmena, la sociedad humana está siempre "agujereada" por el lenguaje, por l lo que denomina Jacques Lacan el orden simbólico.


Hoy vivimos bajo el imperio del Uno, del supuesto todo del mercado y de la economía que nos dictan "leyes". Se nos presenta como inevitable nuestra adaptación a las supuestas leyes naturales de la colmena, a la laboriosidad y la competencia como único modo de integración en la sociedad. Los nuevos enjambres inteligentes que ocupan hoy las calles y plazas se niegan, sin embargo, a aceptarlo. En nombre de su capacidad de formar un todo incompleto y en permanente recomposición merced a lo común del lenguaje que constituye su elemento vital y su principal herramienta productiva, desafían las supuestas leyes de la colmena. Quieren cooperar sin formar un todo permanente, quieren ser algo en común, pero sin la jerarquía y el poder soberano que hace de una multitud un todo, un pueblo. Quieren ser un no-todo, un no-pueblo o un pueblo en éxodo que habita tabernáculos en el desierto, rechazando por igual el becerro de oro y las tablas de la ley. Saben que toda ley es transitoria y merece perecer y que sólo una será siempre válida para el animal hablante: la que afirma la perenne necesidad de la contingencia. Los encuentros de las partículas elementales determinan aleatoriamente todas las leyes del universo y de la sociedad. De esos encuentros, puede fraguarse algo que parece un todo, pero su totalidad está marcada desde el primer momento por una intrínseca mortalidad. El materialismo radical, desde la antigũedad, sólo viene pensando un solo orden, el precario e inestable orden de los encuentros. El enjambre, a diferencia de la colmena, es siempre un proceso marcado por los encuentros sucesivos que configuran totalidades parciales de distinto nivel, un proceso constituyente.

lunes, 23 de mayo de 2011

"Los españoles buenos son cubanos": lecciones de democracia cubana en la Puerta del Sol


Debate sobre los Lineamientos de la Política Económica y Social (2011)

"Una pregunta sí hay que hacerla casi de inmediato: ¿qué pasará en España donde las masas protestan en las ciudades principales del país porque hasta el 40% de los jóvenes están desempleados, para citar solo una de las causas de las manifestaciones de ese combativo pueblo? ¿Es que acaso van a iniciarse los bombardeos a ese país de la OTAN?"
Fidel Castro Ruz (Reflexiones del Cdte. 19.05.2011)

"Los españoles buenos son cubanos"
José Martí



Cuba es una democracia imperfecta. Una democracia que sufre de una grave falta de pluralismo motivada por las condiciones de amenaza exterior extrema y de guerra económica continuada en que ha tenido que sobrevivir desde los primeros años de la revolución. También es víctima de malos hábitos endógenos, pues en Cuba hay una experiencia política hecha por hombres con sus pasiones, sus miserias y sus grandezas, no la comunión de los santos. El poeta cubano Cintio Vitier afirmaba resumiendo esta situación que "hemos hecho un parlamento en una trinchera". No es fácil hacerlo, pero lo han hecho. Y no cualquier parlamento. Se trata de un parlamento y de un conjunto de órganos electivos donde el ciudadano no vota por partidos: ningún partido, ni siquiera el comunista, tiene derecho a presentar candidatos. El ciudadano "postula" candidatos entre sus vecinos en asambleas de barrio. Estos candidatos son elegidos después como representantes locales en votación secreta y acaban designando a través de distintas fases a los integrantes de la Asamblea del Poder Popular, el órgano legislativo supremo. Podría perfectamente pensarse en una aplicación multipartidista de este mismo sistema en el que los partidos y demás organizaciones sociales contribuirían al debate público dando una estructura más coherentes a las distintas posiciones debatidas y representando intereses diversos, pero sin derecho a presentar candidatos. Tal vez sea esta una forma sensata de acabar con la partitocracia, este régimen en el cual las direcciones de los partidos compiten mediante propaganda y presiones demagógicas en el mercado del voto ciudadano y donde el ciudadano común poco tiene que decir, pero los más poderosos y los más ricos tienen un amplio margen para manipular. Primero los partidos reciben financiación de los grandes grupos empresariales y financieros para manipular a los electores mediante campañas de propaganda, después estos les pasan factura. Le dijeron una vez a Juan March, el grande y poco escrupuloso financiero español que él "hacía ministros", a lo cual respondió con cinismo: "no los hago, los compro hechos". Esta práctica de corrupción es hoy la norma de las democracias neoliberales. Es precisamente lo que en ellas se llama "democracia" y que, como sabiamente repitan los jóvenes españoles "no lo es". Su colmo es que un empresario delincuente como Belusconi se haga a sí mismo primer ministro para salvar sus intereses económicos de la justicia. Esto en la Cuba de hoy, con todas sus carencias y defectos, no ocurre.

En la Cuba que el régimen español pretende "democratizar" se debate libremente la política económica y esto se puede hacer porque existe un sistema político y social en ruptura con el capitalismo, sin lo cual este tipo de discusiones y decisiones sería tan absurdo como decidir sobre las leyes físicas o la meteorología. Pero Cuba no es una asamblea de majaras, como tampoco lo es la acampada de Sol, ni los demás enjambres de "indignados", sino un lugar donde no se acepta el engaño fundamental del liberalismo, a saber la transformación de la esfera económica en una esfera pseudonatural regida por supuestas leyes propias. Porque se puede salir de esa absurda y liberticida ilusión que naturaliza la economía, el gobierno revolucionario de Cuba lleva más de 50 años ignorando la voluntad de los mercados y guiándose por la del pueblo, y somete directamente al juicio de la ciudadanía, y no al de supuestos técnicos que representan intereses económicos precisos, las grandes líneas de su política económica, como ha ocurrido en el reciente debate sobre los Lineamientos. Lo que en las "democracias" capitalistas es tan indiscutible como la meteorología, en la "dictadura" cubana lo debate la gente de toda edad y condición. Lo debate en la calle o en salas de barrio. Lo debate además con consecuencias importantes, pues la propuesta del gobierno relativa a los Lineamientos fue enmendada en un 60% por las aportaciones del debate ciudadano y con esas importantes enmiendas se aprobó. En este sentido, las anómalas elecciones locales españolas de este mayo de 2011 serían elecciones normales en Cuba, al menos en lo que a la -aquí ilegal- ocupación de las plazas, al debate y al llamamiento a un voto responsable y reflexivo se refiere. Unas elecciones donde los ciudadanos toman la palabra directamente y debaten con sus vecinos en las calles, una elecciones que no sirven para elegir políticos profesionales, sino a ciudadanos comunes.

(Es fácil objetar a quien defiende la democracia cubana en lo que tiene de más vital que la permanencia de los hermanos Castro en sus cargos desmiente cuanto sostenemos. Sin embargo, esta objeción no es válida del todo: los viejos comandantes Fidel y Raúl son más parte de la defensa de la trinchera que de la edificación del parlamento. Son viejos, pero necesarios como símbolos de una resistencia constante, símbolos de rebeldía y no de obediencia. En un país en revolución las "autoridades" son la más radical oposición a la realidad social y política dominante contra la que se alza esa revolución. Nada tienen que ver con viejos tiranos como Mubarak o Ben Ali. Los ha elegido reiteradamente el pueblo cubano a través de los órganos del poder popular, pero quien los sigue haciendo indispensables, al menos en su papel simbólico, es la permanente amenaza del vecino Imperio.)

Podemos concluir citando por una vez a Federico Jiménez Losantos quien ha afirmado sobre los acontecimientos recientes que: "Se ha dicho y es evidente que el programa económico de los indignaditos es idéntico al de IU. Yo he publicado que sólo sería posible ponerlo en marcha bajo una férrea dictadura comunista." Creo que en cuanto a su comparación con el programa de IU, es un poco demasiado optimista, pero en cuanto a la necesidad de lo que él llama "una férrea dictadura comunista", esto es un sistema que pueda hacer prevalecer las necesidades y la decisión de las mayorías sociales sobre los mercados, como condición de una vida digna, no podemos estar más de acuerdo. Algunos logros políticos de Cuba son ya una útil inspiración para esa necesaria dictadura sobre la fuerza tanática del capital, aunque tenemos que seguir inventando el futuro tanto en la Isla como en el resto del planeta. 

sábado, 21 de mayo de 2011

Nosotros y Ellos después del 15 de mayo: el régimen español y sus distintos tiempos

Ilustración de Nosotros de E. Zamiatin (1921)



El presente: ELLOS
Si hay algo que ha quedado claro después del 15 de mayo es que España, como Túnez, como Egipto, como Libia, no es una democracia, sino un régimen. El eslogan que más se ha oido en este movimiento ha sido "Que no, que no, que no nos representan", con una machacona triple negación con la que se niega que nos representen, pero con la que también nos negamos a que nos representen. En los expresivos términos que utilizaba la disidencia en la URSS breznevista para denominar a la nomenklatura tardoestalinista, los políticos profesionales son hoy ONI (en ruso: ELLOS). ELLOS, que no son nosotros, aunque su régimen quiera imponernos un falso Nosotros totalitario como en la novela de Zamiatin. Nuestro "nosotros" no los incluye, ellos son otros, son ELLOS en el sentido más fuerte del término. No nos representan. En otras palabras, no son parte del demos de nuestra democracia, sino lo que excluye al demos de la representación e imposibilita su expresión. ELLOS no son la democracia, sino el Régimen. Respecto de la democracia son estrictamente antisistema.


El preterito imperfecto: de las cunetas a Forbes
Son el régimen en cuanto, a través de las formas jurídicas de una democracia, expresan un poder dictatorial, actuando como agentes de la dictadura del capital y, de forma más concreta e inmediata, de la dictadura del capital financiero tal como esta se expresa a través de los mercados. Aunque existan diferencias formales entre los regímenes autoritarios y corruptos de Egipto y de Túnez y el régimen español, coinciden todos ellos en ser formas de una única dictadura. El régimen español tiene además un siniestro pasado que le sigue esperando en las cunetas, un pasado cuyo principal documento es el actual jefe del Estado, ese monarca nombrado por Franco para sucederle y que hoy ocupa un buen puesto entre las fortunas mundiales y el cuarto entre las del Estado español, con un patrimonio de sólo unos 1.790 millones de euros; los ahorros de toda una vida de alguien que ha vivido de su sueldo. Las cunetas y el poder financiero se abrazan así por encima de la población en una danza macabra en torno al actual Jefe del Estado y cabeza del Régimen español. Hoy, los jóvenes españoles de muy diversas edades están desafiando abiertamente la pedagogía del millón de muertos, bien nombrada por mi amigo Santiago Alba. Estamos desaprendiendo la sangrienta lección.

El futuro inmediato: Europa
La inteligencia de los jóvenes de muy distintas generaciones de todas las plazas españolas ha sabido poner de relieve la realidad del régimen por debajo de la supuesta democracia. Sus propias vidas son el doloroso síntoma de esa realidad que subyace a la democracia española. Para cambiar de sistema, para iniciar un verdadero proceso constituyente, no basta, sin embargo, calificar el régimen como dictadura de los mercados, que lo es. Tampoco basta denunciar la monarquía ni exigir un referéndum que nos permita romper con ella, aunque es algo hoy indispensable. Es necesario también atender a las ramificaciones internacionales del régimen español, que en gran medida es sólo una provincia de un régimen europeo y a mundial. La protesta española tiene que elevarse a escala europea. España no puede hacer como Islandia o como Argentina, no puede suspender pagos ni reestructurar la deuda por sí sola. La suspensión de pagos (el default) y la reestructuración que permitan poner fin a los recortes y cambiar definitivamente de política económica sólo pueden reivindicarse y obtenerse a nivel de la Unión Europea. Exigir hoy junto con los demás movimientos sociales antineoliberales de Europa, sobre todo de Portugal, Grecia, Irlanda y de los países del Este más afectados por la "cura de austeridad", una suspensión de pagos europea no es ninguna utopía, sino un objetivo necesario en un programa de lucha efectiva contra el régimen. Esto nos permitirá tener una democracia real en cada Estado miembro de la UE y tenerla también en una Unión Europea dotada de un constitución federal y democrática, en lugar del actual sistema oligárquico por el que se rige.

jueves, 19 de mayo de 2011

La insurrección ciudadana española y sus interpretaciones "antipolíticas": entre el encomio y la porra




Mateo 24:22-24
22 Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.

    23 Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis.

    24 Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.

CUIDADO: Un sector de la derecha extrema se ha puesto a difundir mensajes confusionistas a propósito de los acontecimientos sucesivos al 15 de mayo. Gabriel Albiac y Agapito Maestre afirman apoyar el movimiento del 15 de mayo desmarcándose así de la posición mayoritaria en las publicaciones donde ellos escriben y que consiste, como se sabe, en exigir que la fuerza pública ponga fin a esa intolerable perturbación de la democracia capitalista que consiste en que "el pueblo influya en el voto". No se trata pues, según esta tendencia mayoritaria de la derecha española, de que el propio voto sea "responsable". "La petición del voto responsable", según afirma el inenarrable auto del magistrado presidente de la Junta Electoral Central "puede afectar a la campaña electoral y a la libertad del derecho de los ciudadanos al ejercicio del voto. Esto supone que lo que orienta correctamente este voto es la propaganda electoral y la demagogia de los partidos mayoritarios, no el debate público. Como afirma Esperanza Aguirre, donde tiene que expresarse la ciudadanía es sólo en las urnas tras haberse formado una opinión a través de campañas publicitarias que excluyen cualquier debate. (Con esto, por cierto, coincide un importante sector de la izquierda institucional, aunque otro sector con singular cinismo se afirma dispuesto a "escuchar" a los movimientos.)

Albiac y Maestre intentan incluso superar por la izquierda al movimiento. Seducen como anticristos de pacotilla. Dan incluso ganas de difundir sus articulos con un "me gusta" por las redes sociales. Esto podría resultar extraño tratándose de textos destinados a medios tales como ABC, Libertad Digital o El Comentario, pero no lo es tanto si tenemos en cuenta el conjunto de la producción de estos individuos. No es que haya habido una súbita conversión al anticapitalismo por parte de estos paladines de la derecha más agresiva; lo que hay es estrategia, una estrategia bastante clásica que emula la conducta de Stalin en los años 30, quien, como se sabe, superó por la izquierda a ltoda la vanguardia bolchevique para después machacarla. Una estrategia mucho más inteligente que la de la línea mayoritaria de la derecha, pero en nada incompatible con ella.

Que nadie se haga ilusiones: las afirmaciones de nuestros dos autores son perfectamente coherentes con su apoyo al neoliberalismo y a la barbarie neocolonial en Afganistán, Iraq y Palestina. Su crítica abstracta del Estado no se extiende al Estado español ni al monstruo colonial israelí, para quien Albiac reivindica el derecho a tener una conducta nazi. Tampoco se aplica a la riquísima legislación de excepción de nuestra "democracia antiterrorista". El apoyo de Albiac y Maestre a las concentraciones no les impedirá buscar un motivo para justificar su disolución violenta. Lo ideal, para ellos, es que el desafío de jóvenes y no tan jóvenes se quede en el espacio virtual de las redes y no transcienda demasiado a la calle. Como sostiene Albiac: "EN la red hay otro mundo. No es visible. Pero puede que sea el único vivo." El propio título del artículo de Albiac, "Antipolítica" ya nos da una indicación de su sentido real. El aparente libertarismo del que hacen gala en estos últimos textos es ideología "libertarian", neoliberalismo en su variante más extremista, enteramente ciego ante lo común del movimiento, ante su carácter constituyente. Digan lo que digan los que intentan robarnos nuestro propio lenguaje, lo que hay en Sol y en las demás plazas españolas no es "antipolítica", sino una política en estado puro que son incapaces de reconocer.


martes, 17 de mayo de 2011

15 de mayo y lo que vendrá después: ¿apoliticismo o lección de política?



Con todo mi afecto, mi admiración y  mi solidaridad hacia esa multitud de singularidades
(John Brown)


Si todavía hay alguien que piense que el movimiento social autoorganizado que ocupa el espacio urbano en Madrid y otras ciudades españolas es apolítico, es que su concepto de política coincide con el de la defensa a ultranza del orden establecido, en otros términos con el de administración o el de policía. Lo que miles de personas de distintas generaciones están en este momento realizando es uno de los primeros grandes actos políticos de la historia española reciente. Un levantamiento popular contra el neoliberalismo, contra la doctrina y la política oficial del régimen blandamente totalitario que padecemos y contra sus efectos destructivos sobre el tejido social. Es además un acto indudable de democracia, de poder de los que no cuentan, de la mayoría social contra la que gobiernan nuestros gobiernos neoliberales de izquierdas o de derechas. La democracia no es la elección de representantes en las urnas, sino expresión directa de la potencia de la multitud, afirmación inmediata de las singularidades en su dignidad, antagonismo, negación de las exclusiones y segregaciones en que se basa el Estado capitalista. No es la suma de unidades idénticas: un hombre en serie = un voto vacío; sino la multiplicación de lo singular no representable.

Democracia y política son, según Jacques Rancière, rigurosamente la misma cosa. Lo que no es democracia no es política, sino policía, reproducción del orden establecido con sus segregaciones y sus jerarquías, pero la democracia no se consuma ni se consume en la representación, es el tipo de gobierno que niega la posibilidad de una representación exhaustiva. Lo hace en nombre de lo irrepresentable:  la igualdad, la singularidad, la libertad y lo común de los individuos. De ahí la inquietud de los partidos políticos ante la política y la democracia real que hoy se expresa en las calles y plazas españolas. Los partidos hoy existentes son meras estructuras de representación, refracción falsamente plural de la luz única del Estado, que, desde Hobbes sabemos basado en el principio de representación. Cada partido es un haz de luz con una gama de colores propia, pero derivado del blanco absoluto. Son, en términos del filósofo marxista francés Louis Althusser, Aparatos Ideológicos de Estado destinados al igual que los demás aparatos del Estado a crear sumisión, generar obediencia. El eje derecha-izquierda expresa claramente esa continuidad, esa identidad en la representación, en la suplantación de la multitud. La política representativa, la "democracia de partidos", alude al antagonismo social -a las segregaciones y jerarquías y a las luchas contra ellas, a la lucha de clases-, al mismo tiempo que lo elude. La política representativa es un elemento más de la segregación policial de lo no representable en una sociedad de clases. Existe, sin embargo, otra política, la política del antagonismo, la que pugna por expresar lo que la representación oculta y no deja ver. Una política de la expresión y de la afirmación frente a la política de la representación. Es lo que tenemos hoy ante nuestros ojos atónitos y que tanto nos cuesta ver, lo que en una inversión delirante de la realidad nos hace pensar que el antagonismo es apolítico y no democrático. Sin embargo, los dignos y malhablados ciudadanos que hoy gritan que "esta mierda no es democracia" a la cara de los representantes políticos del capital salvan la democracia, pues nos recuerdan que la democracia no es una mierda.

Las organizaciones políticas anticapitalistas tienen que elegir entre la forma partido y la revolución. La forma partido es, en efecto, la inscripción de estas organizaciones en el espacio de la representación y de la reproducción de una unidad social sometida al capital y a su Estado. Una organización política revolucionaria, anticapitalista, democrática (todos estos términos son sinónimos)  es la que reduce al mínimo su carácter representativo y se pone al servicio de la multitud en lugar de constituirse en (fracción del) poder soberano por encima de ella. Esto no quiere decir que tenga que abandonar el espacio de la representación, sino que su espacio fundamental de actuación es otro, el de la irrepresentable lucha de clases. Lenin lo recordaba ya cuando hablaba del Estado revolucionario como de un Estado que no es un Estado.Spinoza nos enseñó también, mucho antes que Lenin, ese método de vaciamiento de la representación. Mi amigo Aurelio Sainz Pezonaga me recordaba hoy mismo el bello texto con que concluye Spinoza el capítulo VII de su Tratado Político dedicado a la monarquía: "Nuestra conclusión sería pues que el pueblo puede conservar bajo un rey una amplia libertad, siempre que la potencia dada al rey tenga como medida la potencia del propio pueblo y que no tenga otra protección que el pueblo." Dejamos nuestra conclusión a una pintada reciente: "Los grandes no son grandes, es que estamos de rodillas."

sábado, 14 de mayo de 2011

15 de mayo: Indignación y dignidad




"I n d i g n a t i o  est odium erga aliquem, qui alteri malefecit."
(La indignación es el odio hacia alguien que ha hecho mal a otro)
Spinoza, Etica, III, def.  XX de las pasiones

Para el 15 de mayo, varias asociaciones de jóvenes han convocado manifestaciones en numerosas ciudades de todo el territorio español. La campaña del capital, su gobierno, su oposición y -lamentablemente también- sus sindicatos contra los derechos de los trabajadores se ha saldado, de momento, en un aumento de la edad de jubilación, una congelación de las pensiones, la flexibilización e incluso la subvención del despido y un recorte sustancial de los sueldos de la función pública en todos sus sectores. El gobierno, la patronal y las instituciones europeas amenazan con nuevas medidas. El objetivo de esta campaña, al menos su objetivo declarado es dar confianza a los mercados e impedir que aumenten excesivamente los tipos de interés sobre la deuda española, evitando así situaciones como la de Grecia, Irlanda o Portugal. El resultado real es el que vemos ya en fase incipiente en el Estado Español y en fases más avanzadas en Grecia y Portugal: una depresión económica inducida que reduce los ingresos fiscales del Estado y aumenta el importe de la deuda. Es la espiral que ya conocieron los países del tercer mundo y de la que varios países de América Latina o Islandia sólo salieron mediante la decisión política de declarar una suspensión de pagos y negociar la reestructuración de la deuda y la reducción de esta a su valor real de mercado. En Europa, se afirma que esto es imposible, pero una decisión política a nivel de la UE inducida por la presión de los Estados más endeudados podría modificar la correlación de fuerzas. El actual gobierno español no está dispuesto a modificarla y opta, junto con la oposición y los sindicatos mayoritarios por perseverar en la redistribución hacia arriba de la riqueza que resulta de acatar el dictamen de los mercados. Esto es tanto más absurdo cuanto ya se aprecian los resultados nefastos de estas políticas en otros países europeos, y las agencias de calificación de la deuda que constituyen la voz de los mercados son parte directamente interesada en una degradación de la confianza en los países deudores. En Portugal ya están en curso varias demandas judiciales contra Moodys y otras agencias que especulan descaradamente contra la deuda pública.

El primer resultado de estas políticas es un vertiginoso aumento del paro a más del 20% y del paro juvenil al 40% o más según las regiones. La juventud se ve así metida en una trampa: por un lado, la depresión inducida le ofrece cada vez menos puestos de trabajo y degrada las prestaciones sociales al haberse recortado el gasto público social, por otra, al aumentarse la edad de jubilación, su posibilidad de sustituir de forma "natural" a las generaciones anteriores en sus puestos de trabajo se ve cada vez más menguada. Además, la formación que se les exige deja de ser una formación de interés general para adecuarse cada vez más a la demanda de las empresas, lo cual destruye la posibilidad de innovación. En efecto, sólo una sólida formación universalista y una seria investigación fundamental independiente de los mercados ha permitido hasta ahora la innovación, la creación de nuevas actividades económicas y la transformación de la propia sociedad. La historia del desarrollo económico europeo, norteamericano y japonés tras la segunda guerra mundial así lo confirma. Por otra parte, esta formación socialmente inútil que sólo mira al beneficio inmediato de las empresas y a la sumisión de los individuos al mando del capital, es cada vez más cara para los propios jóvenes y sus familias, pues el Estado ha renunciado a la gratuidad de la enseñanza así como al su carácter realmente público. Para el actual Estado neoliberal, la enseñanza es constitución de un "capital humano" individual y carece de dimensión pública, es acumulación privada de una riqueza expresada en términos de competencia y de destrezas por parte de unos individuos -los estudiantes- que luego estos podrán vender en el mercado. Sin embargo, como podemos apreciar, ni siquiera esta adaptación máxima al mercado rinde frutos y el desempleo en el Estado Español como en la mayoría de los países capitalistas desarrollados crece sin límites visibles. La mercancía fuerza de trabajo se ha convertido en una mecancía barata hasta tal punto que algunas empresas deslocalizadas al tercer mundo están empezando a desplazar de nuevo sus servicios a un primer mundo que se tercermundiza. Hoy el capital sólo puede prometer que "se trabaje más para ganar menos" y "que las nuevas generaciones vivan peor que sus padres".

Frente a esto, los capitalismos democráticos no dejan casi ningún margen de respuesta institucional. En los parlamentos se puede hablar de todo, excepto de "esto", a saber de la vida real de la mayoría de la población y de sus expectativas. En cuanto a los sindicatos mayoritarios, financiados por el poder, se muestran ante él obsequiosos y convocan huelgas simbólicas una vez gobierno y prlamento han "decidido" las medidas que imponen los mercados en contra del interés general. De ahí la doble indignación ante un sistema de explotación cada vez más transparente y un sistema de representación política cada vez más incapaz de representar el interés de las mayorías sociales. De ahí la indignación que se percibe y la indignación que se organiza. Una indignación que no es mero enfado, mera cólera ante la injusticia, sino pasión constituyente. Los jóvenes europeos han visto recientemente cómo del otro lado del Mediterráneo caían añejas tiranías a manos de gente con la que podían compararse y solidarizarse por mucho que la propaganda racista y neocolonial los pintase como "exóticos". La indignación de los jóvenes a mabos lados del Mediterráneo es directamente política, comparable con la de los argentinos que exigían de los políticos del régimen neoliberal una sola cosa: "¡Qué se vayan todos, que no quede ninguno!" o con la de tunecinos y egipcios que reiteraban en sus manifestaciones una consigna central: "El pueblo quiere que caiga el régimen". De eso se trata, de la caída de un régimen capitalista neoliberal que cierra el futuro y ensombrece el presente a la mayoría.

El término "indignación" está hoy de moda. En particular ha contribuido a su éxito el panfleto de Stéphane Hessel titulado "¡Indignáos!" (orig. "Indignez-vous!"). El ya anciano diplomático y antiguo resistente llama en él a la juventud francesa a retomar los principios y valores del Consejo Nacional de la Resistencia que, bajo el mando del general De Gaulle combatió al ocupante nazi y liberó Francia para imponer, al menos en sus primeros años, un programa político republicano de justicia y solidaridad social, abriendo parcialmente el capitalismo francés a los intereses de las clases populares. Hoy, la revuelta de los jóvenes a la que llama Hessel ha de dirigirse contra la dictadura del capital financiero que asola nuestras sociedades. Es, por otra parte, llamativo que el título del panfleto sea el imperativo de un verbo que expresa una pasión y que este mismo verbo carezca de complemento, como si a alguien se le pudiera exhortar a indignarse cuando no lo hace de manera espontánea. El problema es precisamente ese: que no haya ya una respuesta ante la opresión y explotación redobladas en que viven hoy las mayorías sociales, que sea necesaria una exhortación. Son varios los motivos que lo explican. El principal tal vez es la profunda atomización de nuestras sociedades, el hecho de que cada individuo sólo se preocupe de sus propios asuntos y sea cada vez más incapaz de discernir la dimensión social y política de su malestar. Esa atomización en el animal hablante y social, en el animal político, es pérdida de su propia dignidad. De ahí que las recientes revoluciones árabes tuviesen como lema la bella palabra "Karama", "dignidad", pues de lo que se trata frente a la tiranía es prioritariamente de recuperar la dignidad política y ética frente al poder que la niega. Tal es el primer móvil de la indignación: el esfuerzo por recuperar la dignidad propia.

La atomización extrema es característica del capitalismo neoliberal, pero puede afirmarse que todo régimen de dominación moderno interpela a los individuos de modo singularizado, uno por uno, impidiendo que su socialización acontezca al margen de los imperativos del derecho, del mercado y del Estado. El neoliberalismo es la exacerbación de ese régimen de control. La indignación como pasión es directamente contraria a la atomización que hoy se nos impone. Spinoza la definía como sigue: "I n d i g n a t i o  est odium erga aliquem, qui alteri malefecit.", la indignación es "odio contra alguien que ha hecho mal a otro". La indignación es, pues, una pasión triste, un odio, una tristeza que atribuimos a una causa exterior a nosotros. Sin embargo, esa tristeza, este odio, tendrá una función fundamental: restablecer la relación social cuando el poder la daña y amenaza con destruirla. Es una pasión peligrosa, pues va directamente dirigida contra el poder opresor y pone en peligro el conjunto del orden social: "aunque la indignación parezca ofrecer la apariencia de equidad, lo cierto es que se vive sin ley allí donde a cada cual les es lícito enjuiciar los actos de otro y tomarse la justicia por su mano" (Etica IV, Cap.XIV), Sin embargo, como otras muchas pasiones que Spinoza considera tristes desde el punto de vista ético, la indignación no deja de ser una pasión política necesaria, pasión de resistencia, pasión constitutiva de un nuevo orden. De ahí la paradoja del extraño imperativo militante que sirve de título al panfleto de Hessel, la paradoja de toda política, de toda revolución.
PS: Hoy día 15 de mayo es el día de la Naqba (el desastre palestino), la conmemoración de la expulsión de centenares de miles de árabes palestinos por el ocupante sionista. Palestina es hoy un permanente motivo de indignación y un ejemplo de dignidad.

lunes, 9 de mayo de 2011

Las Meninas en la Casa Blanca


"si dipinge non colle mani, ma col cervello"
("no se pinta con las manos, sino con el cerebro")
Miguel Ángel
1. Hay situaciones que se sintetizan en una imagen que le sirve de emblema. La operación de comando que culminó en el asesinato de Osama Bin Laden es un acontecimiento del que no tenemos imágenes directas; no podemos ver el objeto a través de su reproducción por otro individuo. No es que este tipo de imágenes no exista, pues se han filmado en directo hasta los últimos pormenores de la sangrienta operación, es que el poder norteamericano ha prohibido su divulgación. Los motivos oficiales son de dos órdenes: se trata en primer lugar de no herir la sensibilidad del espectador mediante la exhibición de imágenes sanguinariamente obscenas; en segundo lugar se trata de proteger el carácter secreto de la propia operación, incluso tras su realización. Este último motivo parece verosímil a su vez, pues las versiones oficiales del asesinato de Bin Laden han ido variando considerablemente conforme pasaba el tiempo y, según parece, a tenor de la última, el ya anciano y enfermo dirigente de Al Qaida se encontraba desarmado cuando irrumpió el comando y su gesto de "resistencia" consistió en el naturalísimo gesto de intentar ponerse a resguardo de las balas que le iban dirigidas. Es difícil para las autoridades norteamericanas explicar por qué no ordenaron detener a Bin Laden cuando ello era perfectamente factible. Quizá la "desaparición" programada de su cadáver en el mar sea coherente con el hecho de que su cuerpo vivo fuera sustraido a la justicia e incluso a la investigación policial.

2. No veremos, pues esta imágenes y tendremos que contentarnos con otra representación de este acontecimiento. Una doble representación en dos momentos: 1) el cuadro de corte de la plana mayor antiterrorista y militar reunida en la Casa Blanca mientras contempla en directo el asesinato de Bin Laden; 2) los vídeos domésticos en que se asiste a momentos de la vida cotidiana de Bin Laden como en un episodio de Gran Hermano. Ambos momentos circunscriben un hecho que eluden y cuya representación se nos deniega por exhibir con demasiada crudeza lo real de la muerte o lo real del poder. Lo que podemos ver en ambos márgenes de la representación prohibida es a otras personas que ven: a los dirigentes norteamericanos contemplando la muerte de Bin Laden al tiempo en que probablemente dan la orden de la ejecución -ventajas del directo-, y a Bin Laden mismo en acto de contemplarse a sí mismo en un viejo televisor y manejando un mando a distancia. Unos contemplan la imagen prohibida, otro contempla su propia imagen. Nos centraremos en la imagen de quienes contemplan la imagen que se nos hurta a la mirada, pues es la que desde el punto de vista político resulta más significativa. La segunda imagen en que Bin Laden se contempla a sí mismo muestra el vacío narcisista y la impotencia de Al Qaida en un momento en que el mundo árabe y musulmán se encuentra en ebullición y da la espalda tanto a los déspotas neocoloniales como a los islamistas armados.

3. Vale la pena detenerse en el "cuadro de corte" que representa a la plana mayor del antiterrorismo norteamericano. Al contemplarlo, no puede evitarse una sensación de familiaridad, de "déjà vu". La foto pretende captar de manera "natural" y "en directo" el gran momento de la "ejecución" del Enemigo y, sin embargo, presenta de manera voluntaria o involuntaria toda una serie de coincidencias formales con esa modélica representación de lo irrepresentable del poder que son las Meninas de Velázquez.. En primer lugar, el presunto titular del poder, el presidente Obama, ocupa un segundo o tercer lugar y cede su sitio, incluso su asiento, a un militar que ostenta sus condecoraciones como Diego Velázquez su cruz de Calatrava. El militar está escribiendo algo en un ordenador posado sobre la mesa, probablemente algo que tiene que ver con la dirección de la operación. Como Velázquez, él también está "pintando" el cuadro que no vemos. El presidente, como un actor que descansa durante un rodaje, vestido de manaera desenfadada con una camisa y una chaqueta deportiva, sin corbata, detrás del personaje voluminoso que ocupa el centro de perspectiva. Las demás personas que asisten a la escena reaccionan de manera distinta cuando la cámara las sorprende: unos manifiestan cierta expectación, otros serenidad, otros preocupación, otros aún estupor e incluso, en el caso de Hillary Clinton, horror ante lo que ven, por mucho que la Secretaria de Estado afirmara posteriormente que estaba tapándose la boca ante un ataque de tos. No vemos lo que ellos ven, como tampoco vemos el lienzo de Velázquez, ni vemos a la pareja real que se refleja borrosamente en el espejo del fondo. Vemos en la foto oficial de la Casa Blanca una imagen borrosa, pixelizada, de un documento "top secret", un atributo del poder real cuyo contenido se nos oculta. En ambas representaciones el poder es aludido y eludido, es directamente invisible y, si acaso, objeto de una imagen borrosa y apenas reconocible. Decadencia de los Austrias españoles, fin sin gloria de la democracia americana.

4. Las Meninas de Obama son una representación melancólica de la soberanía, en eso también paralela a la de Velázquez. En ambas composiciones se procura dar figura a un poder que a la vez necesita ser representado para existir como tal y escapa permanentemente a la representación, como esa pareja real que sólo figura en el cuadro de Velázquez difuminada y casi invisible en el azogue de un lejano espejo. También en la foto de la Casa Blanca, el lugar del poder es difícil de localizar: no lo ocupa sin duda el actor que hace de presidente y que vemos descansando y atendiendo a un espectáculo sobre el que no tiene mucho que decir. Parece más bien encarnar el poder el general que dirige técnicamente la operación desde su ordenador y, sin embargo, tampoco parece que él sea su verdaera encarnación: es un mero ejecutor, en todos los sentidos de la palabra. Tal vez el cuadro de Velázquez nos dé una pista sobre ese lugar del poder que se nos escapa. Del mismo modo que, al fondo de la composición velazqueña nos encontramos con un espejo que reproduce de manera casi irreconocible la imagen de los monarcas, al fondo del cuadro de corte norteamericano, precisamente en su punto de fuga, figura un personaje difuminado, casi invisible, Audrey Tomason, la directora del antiterrorismo que había dirigido el conjunto de la operación.

En este sentido, las Meninas de Obama, son toda una alegoría de la decadencia del poder soberano que, cuando pretende ser soberano es impotente como lo es el presidente Obama desplazado por militares y espías y sólo se manifiesta como poder cuando, abandonado el espacio de la soberanía, se resume a mera técnica policial. La ejecución de Osama Bin Laden que contemplaban las personas reunidas en la Casa Blanca pretendía ser una exaltación de la soberanía cuya máxima expresión es el derecho a matar, es, sin embargo, la pintura de la decadencia irreparable del poder soberano superado por los aparatos de gobernanza del capital. Cuando el poder soberano mata lo hace, en virtud de su voluntad expresada en la ley: el asesinato entre mafioso y paramilitar que contemplaba la plana mayor del gobierno norteamericano se realizaba al margen de toda legalidad, de toda voluntad soberana, como mero automatismo de los aparatos militares y de inteligencia. Las Meninas de Obama son la foto de un golpe de Estado.


miércoles, 4 de mayo de 2011

¿Seré yo también ETA? La prohibición de Bildu y el delirio analógico



ως αλλο προς αλλο
(como  una  cosa  en orden a  otra)



"Lo  que  es  uno  lo  es,  o  según  el  número,  o  según la  especie.  O 
según  el  género,  o  según  la  analogía;  es  uno  por  el  número  aque- 
llo  cuya  materia  es  una;  por la  especie,  aquello  cuyo  enunciado  es 
uno;  por  el  género, lo  que tiene  la misma  figura  de  la  predicación, 
y  según  la  analogía, todo lo que  es  como  una  cosa  en orden a  otra"
(Aristóteles, Met. V, 7)


La prohibición de Bildu lleva hasta las últimas consecuencias la lógica del antiterrorismo, que constituye uno de los principios fundamentales de la "democrcaia antiterrorista" heredera del franquismo. Efectivamente, los argumentos que sustentan la prohibición de Bildu nada tienen que ver con los supuestos que permitirían en una democracia capitalista "normal" prohibir una organización política. En aras de la defensa de los derechos de asociación y participación política, estos supuestos tendrían que ser sumamente limitados y no admitir extensión alguna por analogía: sólo puede prohibirse, en efecto, una organización que aporte una ayuda necesaria a un grupo subversivo armado para la realización de sus actividades armadas. Se juzgan, por lo tanto, los actos y no las intenciones, y aún menos las intenciones supuestas.

Toda extensión de ese motivo inicial de prohibición constituye un posible atropello contra las libertades, pues, por extensión, la analogía del delito termina por cubrir al conjunto de la ciudadanía. Si se utiliza el concepto extrajurídico y antijurídico de "terrorismo" en el marco del derecho penal normal, nos encontraremos con una completa subversión de su sistemática. Veamos. Todo el mundo conviene en que es terrorista quien realice atentados armados contra civiles con fines políticos e incluso en que también lo son quienes aportan una ayuda material a la realización de las acciones armadas. Sin embargo y mediante el uso sistemático del principio de analogía, el concepto de terrorismo alcanza a toda persona que apoye moralmente o inspire intelectualmente al terrorismo. Así, un partido que apoya los fines independentistas y socialistas de esta "es ETA" como afirma brutalmente la doctrina Garzón. También "es ETA" quien se niegue a condenar las acciones de ETA en un país donde el actual partido del gobierno no ha condenado el terrorismo de Estado y el primer partido de la actual oposición se niega a condenar, siguiendo en ello al Jefe del Estado, la sangrienta dictadura del Generalísimo Franco.

El problema es que la cosa no para ahí, ni puede detenerse en ningún punto. El principio de analogía, una vez se aplica como regla de método -la metafísica de Aristóteles que en él explícitamente se sustenta, así nos lo enseña- termina cubriendo el conjunto de la realidad. Todo el que no sea puro es sospechoso y, por ser sospechoso, es ya en cierto grado culpable. Aplicado a la política, es el principio de todo racismo, el que durante el nazismo imponía explorar sistemáticamente hasta la más mínima conexión de un individuo con la raza judía. Toda división toda ambigüedad, toda impureza eran inaceptables cuando se trataba en el régimen nacionalsocialista de defender a la raza aria del complot judío mundial y sigue siéndolo ahora, cuando se trata de defender al Estado de derecho de la lacra terrorista. Todo el que no comulgue al 200% con las políticas y legislaciones antiterroristas es cómplice del terrorismo y, en último análisis, terrorista. Una correcta aplicación del principio de analogía lleva así al PP a considerar que el PSOE es cómplice de ETA por haber iniciado con esta organización hace años unas negociaciones de paz, por cierto abortadas por la intransigencia del gobierno. A ello responde el PSOE que el PP también negoció con ETA y que, si cabe, aún fue más cómplice, pues hizo toda una serie de concesiones a las que el PSOE siempre se ha negado.

Por supuesto, cualquier ciudadano, que independientemente de su filiación política no condene a ETA o no condene a los que no la condenan, también "es ETA". Cualquier ciudadano que dé prioridad a la aplicación de las leyes penales normales y critique la normalización de la excepción en nombre de los "derechos de las víctimas", también será sospechoso de complicidad con ETA y, por analogía "es ETA". Quien acepte que un condenado de ETA, una vez cumplido el máximo efectivo de su pena tiene que quedar libre, digan lo que digan las víctimas, pues en una democracia la dimensión universal y pública de la ley debe desplazar a la esfera privada el comprensible odio y afán de venganza de víctimas y parientes, también "es ETA". Quien se oponga a la práctica de la tortura y dé crédito a quienes la denuncian "es ETA". Quien se niegue al linchamiento de los militantes y supuestos simpatizantes de ETA "es ETA". Quien tenga algo que objetar contra el lanzamiento de un bomba atómica táctica sobre las localidades donde esté más representada la izquierda abertzale o incluso, de manera preventiva, contra el conjunto del País Vasco -esta vez sí, incluida Navarra- "es ETA". Nunca el odio y el afán de venganza será lo suficientemente puro. El más extremista del antiterrorismo, si hace análisis de conciencia, terminará encontrando dentro de sí algún pequeño escrúpulo que le haga dudar de la "solución final". El también "es ETA". Yo, con todos estos cuestionamientos y por mucho que me haya hartado de criticar la violencia de ETA y la del Estado como sangrientos frutos de un mismo principio de soberanía, "soy ETA". Bildu, sus listas y sus candidatos, aunque sean la única organización política del Estado Español que rechace de manera explícita la violencia sin hacer excepciones en favor de ETA, de FRanco o de los GAL, también "son ETA".Usted, cualquiera de ustedes, "es ETA". 

lunes, 2 de mayo de 2011

La muerte aparente de Osama Ben Laden

(Tony Smith, "The Elevens are Up", 1963)

"Ainsi, dans le système de Spinoza, tous ceux qui disent : les Allemands ont tué dix mille Turcs, parlent mal et faussement, à moins qu'ils n'entendent : Dieu modifié en Allemands a tué Dieu modifié en dix mille Turcs ; et ainsi toutes les phrases par lesquelles on exprime ce que les hommes se font les uns aux autres n'ont pas d'autre véritable sens que celui-ci : Dieu se hait lui-même, il se demande des grâces à lui-même et il se les refuse ; il se persécute, il se mange, il se calomnie, il s'envoie sur l'échafaud, etc."
(Pierre Bayle, Dictionnaire historique et critique, 1756)
(Así, en el sistema de Spinoza, todos los que dicen : los alemanes han matado a diez mil turcos hablan mal y falsamente, salvo que entiendan que: Dios modificado en Alemanes ha matado a Dios modificado en diez mil turcos, de modo que todas las frases por las que se expresa lo que los hombres se hacen unos a otros no tienen  más sentido verdadero que éste: Dios se odia a sí mismo, se pide gracias a sí mismo y se las deniega; se persigue, se come, se calumnia, se envía al cadalso, etc.)
Hay muertes que no lo son o que sólo lo son en apariencia. Ello puede ocurrir porque quien muere tenga algo de inmortal, como los héroes de la Grecia antigua, pero también puede darse el caso de que el muerto ya haya fallecido hace tiempo. Este último es el caso de Osama Ben Laden, antiguo agente de la CIA reconvertido al yihadismo que, vuelto contra su antiguo amo, no olvidó los sanguinarios métodos aprendidos en la agencia. Su momento de gloria fue el ataque contra las torres gemelas de Nueva York,  el acto, paralelo en su significado y efectos a la quema del Reichstag   por los nazis, que desencadenó el estado de excepción permanente en que hoy vivimos. Ese acto tuvo algunas réplicas de menor intensidad, como el 11M madrileño o la reciente bomba de Marraquech, pero no fue nunca igualado en su impacto por ningún otro. Su repetición ya no era necesaria. LOs atentados del 11 de septiembre fueron tan exactamente acordes a las necesidades del régimen imperial que diero y siguen dando pábulo a toneladas de explicaciones necias de los teóricos de la conspiración. No hubo, sin embargo, ninguna conspiración, sino pura mecánica de una sociedad basada en el juego del principio de seguridad y del principio de riesgo. Se trata de jugar con fuego extremando la opresión y el sojuzgamiento de las tres cuartas partes de la humanidad, practicar la violencia más desmedida en Palestina o en Pakistán o en Colombia, y luego gestionar la respuesta violenta de los más débiles reforzando los aparatos de represión y de control, explotar sin tasa al tercer mundo y en el mayor grado posible a los trabajadores de las metrópolis. Lo que ha hecho Israel durante los últimos 50 años. El 11 de septiembre nos ha enseñado a todos los habitantes del centro imperial a vivir como Israel. Vivir como Israel es aceptar la normalidad de la opresión cotidiana de otros pueblos y, a la vez, la banalidad de un control cada vez más riguroso sobre nuestras propias sociedades. Desde el 11 de septiembre, todos somos Israel.

Las invasiones de Afganistán y de Iraq fueron sólo una parte de la respuesta, la que exhibía los atributos del poder soberano en un momento de gravísima crisis de la soberanía causada por la globalización. No hay mejor prueba de la erosión de esa soberanía que la privatización masiva de las guerras de Iraq y de Afganistán en las que la mitad de los efectivos combatientes son mercenarios o agentes contractuales de empresas privadas, frecuentemente de ciudadanía distinta de la norteamericana. La guerra deviene negocio para una empresas de trabajo temporal particularmente sanguinarias. El mercado dentro del espectáculo de la guerra representa la pantomima de la soberanía cuando esta experimenta ya un eclipse duradero. Las dos guerras principales, la de Afganistán y la de Iraq, son fundamentalmente un sangriento espectáculo de marionetas que afirma el poder de una soberanía casi difunta. No son guerras por el petróleo, sino mero espectáculo, representación melancólica del Leviatán cuyo cadáver apesta hasta en el último rincón del planeta. El frente fundamental sigue siendo, sin embargo, el interior donde los controles de todo tipo, las barreras y los muros visibles e invisibles se multiplican. Signo del estado de excepción es la generalización de la figura penal del "terrorismo". Antes el terrorismo no tenía cabida en el derecho penal de los Estados liberales, pues el derecho penal clásico sólo castiga actos bien definidos y nunca intenciones, aun menos cuando se trata de intenciones políticas. El terrorismo sólo existía como delito en los códigos penales de los regímenes capitalistas de excepción: fascismo y nacionalsocialismo, franquismo etc. Hoy, lo excepcional y totalitario se ha vuelto normal. Ya no se trata de impedir mediante la represión del delito que este se vuelva a cometer, sino de mantener en funcionamiento un mecanismo en el cual se acepta una cierta dosis de violencia privada haciendo cada vez más estricto el control sobre ella. No se trata de impedir que la haya, pues es imposible, sino de controlarla y delimitarla, eventualmente orientarla de modo que no resulte nociva al sistema e incluso pueda reportar alguna utilidad. Ya no se trata de perseguir al incendiario o al homicida por sus actos, sino de perseguir a un individuo que sólo puede definirse por sus turbias y siempre supuestas "intenciones": el terrorista. El problema es que, dentro de la indefinición de la figura del terrorista, propia de la perspectiva amplia y general de una sociedad de control, todos somos potencialmente terroristas, pues todo animal político integra siempre en su comportamiento propiamente político un grado de antagonismo, de agresión y de violencia. Todos somos terroristas.

Todos somos pues israelíes y todos somos también terroristas. Vivimos en el miedo del otro que no es sino el miedo a nosotros mismos. Miedo cultivado y reproducido desde las instancias del poder, miedo alimentado por las propias promesas de seguridad del poder. Un nuevo muro antiterrorista promete seguridad, pero al mismo tiempo genera un odio mayor en el enemigo, aumenta su empeño en vengarse. Las propias defensas contra el miedo generan aun más miedo y más dependencia ante el poder, lo que lleva al paroxismo la mezcla de temor y esperanza que lsirve de fundamento al poder, produciendo y reproduciendo la obediencia de los súbditos. Cada uno de nosotros puede ser, por lo demás, un terrorista o un cómplice objetivo del terrorismo: en el paroxismo del miedo no hay límites: todo vecino algo diferente, cualquier vecino por lo tanto, pues, por definición todos son "algo" diferentes, puede ser un terrorista. Yo mismo lo puedo ser o puedo ser visto como tal por el vecino. Nunca es sufiente la cohesión del grupo en torno a su identidad y sus principios: el racismo y el fascismo acechan detrùas de la defensa del Estado de derecho.

El fantasma de Ben Laden es el fantasma de esta escisión de nuestras sociedades y de nosotros mismos que nos hace cómplices y aun agentes despiadados de un poder tan brutal como el del viejo colonialismo, a la vez que enemigos de ese mismo poder. No hay occidental que aquel famoso 11 de septiembre no se viera atravesado a la vez por un cierto consuelo, un sentido de expiación de una horrible falta, expresado como una inquieta e incierta alegría y, a la vez, un profundo temor a ser víctima de un atentado "terrorista". Temor del israelí a ser víctima estructural de la violencia, temor del israelí a ser, aunque sea un solo día, palestino. Las tiranías neoliberales del centro y la periferia capitalistas han explotado al máximo esta escisión, que llegó al paroxismo en algunos regímenes árabes como el de Ben Alí en Túnez, régimen este que puede darse por modelo casi ideal del mecanismo de poder hoy en juego. La dictadura de Ben Alí estaba basada hacia dentro y hacia afuera del país en un permanente chantaje: o se acepta un ferreo control del conjunto de la vida social por el gobierno y sus órganos policiales o no tardarán los islamistas en liquidar toda libertad. El resultado es que no fue en ningún momento necesario que los islamistas se encargasen de esa liberticida tarea: el propio régimen, esa "democracia con limitaciones explicables" amiga de Occidente, se encargó por sí sola de hacerlo. Para ello era necesario esgrimir el fantasma de Ben Laden y de Al Qaida, como lo han hecho hace aún poquísmos días los representantes del poder marroquí a raíz del oportunísimo atentado de Marraquech que desbarató la jornada de lucha del movimiento democrático convocada para el 1 de mayo. Como nos muestra el ejemplo de Ben Alí, este procedimiento tiene, sin embargo, un límite que las poblaciones sometidas a este juego infame saben ante o después identificar.

Criticando el supuesto panteismo de Spinoza, Bayle afirmaba que, el autor de la Ética debería llegar, del hilo de su "panteismo", a la absurda conclusión de que Dios modificado en alemán mata a Dios modificado en turco. Para Bayle la máxima paradoja es que una misma sustancia, un mismo Dios, se mate a sí mismo bajo distintas formas. Hoy Obama mata a Osama, los cuerpos especiales norteamericanos matan al anciano y enfermo agente de la CIA, la misma sustancia capitalista se divide y se mata. Como ocurrió ya el 11 de septiembre, pero al revés. El capitalismo y su régimen de control y seguridad no es, sin embargo, la divinidad que pretende ser. Como gustaba decir Jacques Lacan: "nada es todo". Hay siempre algo más, hay un más allá del espectáculo imaginario del Turco que mata al Cristiano y del Cristiano que mata al Turco: hay un público que no quiere ver más ese espectáculo y destroza el teatro de marionetas exigiendo ser él quien escriba la obra y protagonice la función. Las revoluciones árabes habían matado a Ben Laden antes de que lo hiciera Obama. Hoy sólo los tiranos que se ven acosados, como Gadafi o como ese particular despotismo árabe que es el régimen sionista, siguen afirmando que Al Qaida es la única alternativa a sus poderes despóticos. Mientras tanto, el poder norteamericano, temeroso de su gemelo terrorista, aun después de muerto no encontró mejor solución para liberarse de él que arrojar su cadáver al mar, supuestamente según los rituales del Islam, aunque contraviniéndolos en realidad de la manera más descarada. No era el ritual funerario de ninguna religión, sino un acto de "desaparición" ya ampliamente practicado por la dictadura militar argentina y por otros regímenes "amigos" de los Estados Unidos. Se trataba de que no hubiera tumba, ni lugar donde rendir culto a la memoria de Ben Laden, de borrar su memoria de la faz de la tierra. Se trataba de hacer como si nunca hubiera existido, con ese odio que sólo puede profesarse a lo que es una parte negada de uno mismo. Quienes hoy han arrojado a Ben Laden muerto al mar saben de alguna manera que no pueden confesarse que su empeño es tan vano como el de quien deseara librarse de su propia sombra.