domingo, 25 de enero de 2009

Dios no existe: sin la menor duda, Sr. Dawkins

“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmos 19:1).

"La religión sería la neurosis obsesiva de la colectividad humana, y lo mismo que la del niño, provendría del complejo de Edipo en la relación con el padre. Conforme a esta teoría hemos de suponer que el abandono de la religión se cumplirá con toda la inexorable fatalidad de un proceso del crecimiento y que en la actualidad nos encontramos ya dentro de esta fase de la evolución." (Sigmund Freud, El porvenir de una ilusión, 1927)

La campaña en favor del ateismo emprendida por Richard Dawkins y otros autodefinidos "humanistas", primero en los autobuses de Londres y, posteriormente, en los de otras ciudades europeas tiene como lema: "Dios probablemente no existe: deje de preocuparse y disfrute de la vida." El lema corresponde a las tesis desarrolladas por el biólogo en su obra "The God Delusion" (El espejismo de Dios). En esa obra, Dawkins, partiendo de un planteamiento científico empirista y positivista reconoce muy pocas probabilidades a la existencia de Dios. Su modo de proceder no se limita a afirmar respecto de Dios que "no necesita esa hipótesis" como habría respondido el físico Laplace a Napoleón cuando este le preguntara por el lugar de la divinidad en su obra. El autor del Espejismo de Dios va más allá y evalúa en su libro la plausibilidad de la existencia de Dios como principio creador y ordenador del universo enfrentándose desde un punto de vista epistemológico a las tesis creacionistas. Lo que está en juego es, por lo tanto, el valor explicativo de cada una de las dos tesis a la hora de dar razón de la complejidad de nuestro universo.

El creacionismo, por su parte, forma parte de un movimiento de polémica anticientífica que se conoce en los Estados Unidos desde principios del siglo XX. Su objetivo fue la prohibición de la enseñanza de las tesis de Darwin y su sustitución por la doctrina de la Escritura. Hoy día ha limitado sus pretensiones y acepta cierto grado de pluralismo: reclama de las autoridades que el creacionismo, o más bien una versión adecentada de éste, se enseñe en paralelo a otras doctrinas como la darwiniana, con estatuto de hipótesis científica. Dentro de esta nueva presentación, el creacionismo ha cambiado incluso de nombre y se autodenomina « teoría del diseño inteligente ». La tesis principal de esta doctrina tal como se expresa en el folleto destinado a los docentes que ha elaborado el Discovery Institute norteamericano es la siguiente: « La teoría del diseño inteligente afirma que determinadas características del universo y de los seres vivos se explican mejor mediante una causa inteligente, y no por un proceso sin dirección como la selección natural. ». Esto, por mucho que se intente disimular no es una tesis nueva ni distinta del creacionismo, sino una nueva edición de la quinta vía tomista. Se sabe que Santo Tomás de Aquino, en su Suma Teológica, declara imposible una demostración de la existencia de Dios a priori, esto es a partir del concepto mismo de Dios. La única posibilidad que tiene el creyente para confirmar su fe en Dios es recurrir a pruebas racionales, pruebas que no equivalen a una demostración, pues esta debería partir de la idea de Dios y no de los pretendidos efectos de la existencia y la acción de Dios. De ahí que Santo Tomás proponga cinco vías para mostrar la existencia de Dios a partir de la creación, de los pretendidos « efectos de la acción divina ». La quinta de estas vías es la teleológica, que el Doctor Angélico expone en los siguientes términos: « la quinta prueba está tomada del gobierno del mundo. En efecto: vemos que los seres desprovistos de inteligencia, como los cuerpos naturales, obran de un modo conforme a un fin, pues se los ve siempre, o al menos muy a menudo, obrar del mismo modo, para llegar a lo mejor; de donde se deduce, que no por casualidad, sino con intención deliberada, llegan de este modo a su fin. Los seres desprovistos de conocimiento no tienden a un fin sino en tanto que son dirigidos por un ser inteligente, que lo conoce, como la flecha es dirigida por el arquero. Luego hay un ser inteligente, que conduce todas las cosas naturales a su fin, y este ser es al que se llama Dios. »

Lo que está en juego en el debate entre darwinismo y creacionismo tal como se plantea en la nueva formulación de éste último es la explicación de la complejidad del universo y en concreto de la de los seres vivos. La existencia de Dios como tal es el presupuesto de una de las hipótesis en liza. La otra hipótesis es la de la selección natural. Dawkins presenta la teoría darwiniana en su propio ámbito de aplicación como una hipótesis económica que permite entender el paso de las formas de vida más sencillas a las más complejas mediante variaciones sucesivas de los seres vivos dirigidas por la selección natural. El darwinismo es así una respuesta inmanentista a las teorías del diseño inteligente, que en realidad explican lo complejo e improbable por algo todavía más complejo e improbable como es la acción divina. Utilizando un simil técnico, afirmará Dawkins al final del cuarto capítulo de su libro que « El problema que nos ocupa es el problema de la improbabilidad estadística. Obviamente, no es solución postular algo aún más improbable. Lo que necesitamos es una « grúa », no un « gancho colgado del cielo » pues sólo una grúa puede hacerse cargo de una elevación paulatina y plausible de los más simple a una complejidad de otro modo improbable ». La revolución darwiniana habrá consistido según Dawkin en que: « Darwin y sus sucesores han mostrado cómo las criaturas vivas, con su espectacular improbabilidad estadística y su apariencia de diseño han evolucionado lenta y gradualmente a partir de comienzos simples. Podemos decir sin temor a equivocarnos que la ilusión del diseño en los seres vivos es sólo eso: una ilusión. » Por último, concluirá Dawkins que « Si se acepta lo argumentado en este capítulo, la premisa fáctica de la religión -la Hipótesis de Dios- resulta insostenible. Dios, casi con toda certeza, no existe. »

El problema es que lo insostenible sólo desde un punto de vista epistemológico, no lo es desde un punto de vista ontológico ni práctico. Aunque, para cualquier biólogo serio, la hipótesis inmanentista darwiniana arruine definitivamente el creacionismo como hipótesis que oriente los trabajos de su disciplina, sigue existiendo -pues de probabilidades se trata-, la posibilidad muy poco probable de que Dios exista. Basta esta pequeña probabilidad para que la religión y, como decía Marx, « die ganze alte Scheisse », toda la vieja mierda del temor y el temblor, de la culpa y el pecado regresen y amarguen la vida a los mortales.
De hecho, esa escasa probabilidad ya había servido a Pascal -uno de los inventores del cálculo de probabilidades- como punto de apoyo para su famosa apuesta en favor de la existencia de Dios. Pascal utiliza para su apologética un dispositivo discursivo semejante a lo que después se llamaría la « teoría de los juegos »: « Usted tiene dos cosas que perder: la verdad y el bien, y dos cosas que comprometer: su razón y su voluntad, su conocimiento y su bienaventuranza; y su naturaleza posee dos cosas de las que debe huir: el error y la miseria. Su razón no está más dañada, eligiendo la una o la otra, puesto que es necesario elegir. He aquí un punto vacío. ¿Pero su bienaventuranza? Vamos a pesar la ganancia y la pérdida, eligiendo cruz (de cara o cruz) para el hecho de que Dios existe. Estimemos estos dos casos: si usted gana, usted gana todo; si usted pierde, usted no pierde nada. Apueste usted que Él existe, sin titubear. » La posibilidad de la existencia de Dios, por improbable que sea, deja abierto el temor al infinito castigo de un Dios celoso que no aceptaría con humor, a tenor de lo que nos dice la Biblia, que Bertrand Russell justificara su falta de fe diciendo: « Not enough evidence, God. Not enough evidence. » (No hay pruebas suficientes, Dios, no hay pruebas suficientes.  Voltaire situará a Spinoza en circunstancias idénticas a las de la anécdota de Russell en un poema (Les systèmes) en que se burla de los filósofos. Presenta así Voltaire al autor de la Ética:
Alors un petit Juif, au long nez, au teint blême,
Pauvre, mais satisfait, pensif et retiré,
Esprit subtil et creux, moins lu que célébré,
Caché sous le manteau de Descartes, son maître,
Marchant à pas comptés, s’approcha du grand Être:
« Pardonnez-moi, dit-il en lui parlant tout bas,
Mais je pense, entre nous, que vous n’existez pas.
Je crois l’avoir prouvé par mes mathématiques.
J’ai de plats écoliers et de mauvais critiques:
Jugez-nous... » A ces mots, tout le globe trembla,
Et d’horreur et d’effroi saint Thomas recula.
(Entonces un pequeño judío, de larga nariz y pálida tez/Pobre mas satisfecho, pensativo y retirado,Espíritu sutil y huero, menos leído que celbrado,/Oculto bajo el manto de Descartes, su maestro,/Contando sus pasos se acerca al gran Ser:/« Perdonadme le dice, hablándole muy bajo, /Pero entre nosotros pienso que no existís,/Creo haberlo probado por mis matemáticas. Tengo burdos discípulos y malos críticos./Juzgadnos...Con estas palabras, todo el orbe tembló. Y de horror y pavor Santo Tomás dió un paso atrás.)
Para deshacerse del temor de Dios no se puede prescindir de una crítica de este supuesto « concepto ». No se trata de afirmar con Russell y Dawkins que no hay bastantes pruebas, sino de decir con Spinoza que el concepto religioso de la divinidad no es consistente. Se trata, en otros términos de reivindicar lo que llamaba Bayle, el « ateismo de sistema » de Spinoza. En términos de Santo Tomás, lo que hace Spinoza en el Libro I de la Ética sería una demostración a priori, a partir de su concepto, de la inexistencia de Dios o, mejor dicho, una demostración de la existencia de la naturaleza infinita que excluye la existencia del Dios transcedente. Para Spinoza, todo el contenido del presunto concepto de Dios se agota en la esencia de una naturaleza infinita. Desde este punto de vista, intentaremos aquí indicar (es imposible desarrollarlas en el espacio de un artículo) de la mano de Spinoza y de Freud y de otros nombres más antiguos de la tradición metrialista, algunas posibilidades de crítica del concepto de Dios más radicales y decisivas que lo que nos propone Dawkins. Nos ocuparemos así de la hipótesis de Dios mostrando su absurdo desde un punto de vista lógico y desde una perspectiva ontológico y haremos algunas observaciones sobre una ética atea (la de Dawkins no llega a serlo).

A modo de preliminar, cabe afirmar que desde un punto de vista lógico, la hipótesis de Dios, al igual que las vías tomistas, se basa en una falacia harto conocida: la afirmación del consecuente. Este tipo de argumento lógico sin validez tiene la estructura siguiente en lógica proposicional: si p, q; q, luego p. Por ejemplo: "Si Pedro es dueño del Palacio de Buckingham, Pedro es rico; Pedro es rico, luego Pedro es dueño del Palacio de Buckingham".
Otro bello ejemplo de afirmación del consecuente, además a propósito de la religión, nos lo da Freud en su ensayo "El porvenir de una ilusión", en un pasaje donde recuerda la estructura del razonamiento por el cual el creyente de las grandes religiones monosteistas « prueba » -circularmente- la verdad de su texto sagrado y la existencia de su Dios. Afirma así Sigmund Freud respecto de la Escritura: "De poco sirve que se atribuya a su texto literal o solamente a su contenido la categoría de revelación divina, pues tal afirmación es ya por sí misma una parte de aquellas doctrinas, cuya credibilidad se trata de investigar, y ningún principio puede demostrarse a sí mismo."(Freud, El porvenir de una ilusión, V). El planteamiento que critica Freud, traducido en términos de lógica de las proposiciones, se formularía de la manera siguiente: "Si un Dios bueno y veraz hubiera revelado la Biblia, esta sería necesariamente verdadera" y "como la Biblia afirma la existencia de Dios, ese Dios bueno y veraz existe". En el caso de las posiciones creacionistas con las que se enfrenta el libro de Dawkin, estas vendrían a afirmar: "Si un sujeto omnisciente y todopoderoso hubiera creado el mundo, habría podido hacerlo sumamente complejo; ahora bien, como el mundo es sumamente complejo, ha sido creado por un sujeto omnisciente y todopoderoso". Todos estos argumentos manifiestamente falaces son fácilmente refutables a poco que se preste atención, pues ni todos los ricos poseen el Palacio de Buckingham, ni existe una garantía divina sobre la Biblia, ni la complejidad del mundo implica su creación por una inteligencia suprema. La hipótesis de Dios, contemplada a partir de sus supuestos efectos, no es así una posibilidad improbable, sino una falacia lógica, un argumento carente de validez.
El concepto de Dios considerado no a partir de sus supuestos efectos (a posteriorir) sino en sí mismo (a priori), también resulta sumamente vulnerable a la crítica, por mucho que Dawkins no emprenda en ningún momento,esta tarea. Es lo que muestra Spinoza a lo largo del Libro I, De Dios, de su Ética. En este texto el filósofo aplica al concepto de Dios el aparato conceptual de la ontología cartesiana y lo define como: « un ser absolutamente infinito, esto es una substancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita ».
Esta operación no es en absoluto inocente, pues tiene como consecuencia inmediata una identificación entre creador y criatura que permite a Spinoza atribuir a la naturaleza la potencia infinita que la tradición tanto teológica como filosófica reconocía al Dios transcendente: « De la necesidad de la naturaleza divina deben seguirse infinitas cosas de infinitos modos » (Etica I, prop. XVI). Esa potencia infinita en eterna autodeterminación ignora cualquier tipo de transcendencia y por ello mismo es incompatible con toda idea de voluntad indefinida, de orden y de finalidad. Todo orden, toda finalidad implican alguna diferencia entre un sujeto que pone los fines y el orden y la realidad ordenada. Por otra parte, pensar a Dios como una realidad cuya esencia se expresa en una naturaleza infinita, supone introducir en el concepto de Dios, no ya la absoluta unidad, sino la más completa pluralidad que se expresa en los infinitos atributos y modos que a Dios constituyen. Como indica Spinoza en su carta 50 a Jarig Jelles: « Dios sólo mucha impropiedad puede decirse uno o único ». Y ello no sólo porque ni existe ni puede existir un género de « los Dioses », sino también y tal vez sobre todo, porque la esencia divina implica siempre necesariamente una pluralidad interna e infinita.
El dispositivo de la Etica consiste no en negar la plausibilidad de la hipótesis de un Dios transcedente como explicación del orden del universo, ni siquiera en negar la existencia de Dios, sino en producir la implosión del concepto de Dios afirmando a la vez que Dios es substancia y es infinito. El Dios sustancia infinita no puede ser el rector del universo, pues no se distingue realmente de éste. Los conceptos fundamentales en que se basan la teología y el sentido común: sujeto, fines, orden, no pueden ser sino productos de la imaginación. La voluntad de Dios, a su vez, en la medida en que corona el orden teleológico que teología y sentido común reconocen en el universo, no es sino « asilo de la ignorancia ». Como hemos visto, mero producto de la falacia de la afirmación del consecuente.
Otra línea de la crítica materialista del concepto de Dios presenta la idea de un rector del universo -y de un orden del universo producto de su voluntad- como una proyección antropomórfica. Son famosas las palabras de Jenófanes:
« "Los etíopes de nariz chata y negros; los tracios, que ojos azules y pelo rojizo". (DK 21 B 16) » o "Pero si los bueyes, caballos y leones tuvieran manos o pudieran dibujar con ellas y realizar obras como los hombres, dibujarían los aspectos de los dioses y harían sus cuerpos, los caballos semejantes a los caballos, los bueyes a bueyes, tal como si tuvieran la figura correspondiente a cada uno". DK (21 B 15).
Haciendo eco a estas palabras afirmará Spinoza que: « creo que, si un triángulo pudiese hablar, diría, de igual manera, que Dios es eminentemente triangular, mientras que un círculo diría que la naturaleza divina es eminentemente circular. Así cada uno adjudicaría a Dios sus propios atributos, asumiría ser en sí mismo semejante a Dios, y vería todo lo demás como mal formado » (Carta 56, a Hugo Boxel).
Sostiene Freud en el capítulo VI del texto que hemos citado anteriormente que los hombres han creado la divinidad para enfrentarse al terror a un universo que supera infinitamente sus fuerzas: « Recapitulando nuestro examen de la génesis psíquica de las ideas religiosas, podremos ya formularla como sigue: tales ideas, que nos son presentadas como dogmas, no son precipitadas de la experiencia ni conclusiones del pensamiento: son ilusiones, realizaciones de los deseos más antiguos, intensos y apremiantes de la Humanidad. El secreto de su fuerza está en la fuerza de estos deseos. Sabemos ya que la penosa sensación de impotencia experimentada en la niñez fue lo que despertó la necesidad de protección, la necesidad de una protección amorosa, satisfecha en tal época por el padre, y que el descubrimiento de la persistencia de tal indefensión a través de toda la vida llevó luego al hombre a forjar la existencia de un padre inmortal mucho más poderoso. »
A la divinidad se le pueden pedir favores y gracias, se la puede aplacar cuando se la supone enojada. Esto es posible porque la persona religiosa supone que Dios comparte con nosotros el lenguaje y en buen medida la propia condición humana. La divinidad se pone así en el lugar de un universo mudo al que no cabe hacer ningún tipo de demanda. Ofrece la tranquilidad relativa que da un interlocutor supuesto al que se puede dirigir una demanda, pero al mismo tiempo, conserva la inmensa superioridad y la inabarcabilidad para el hombre que tenía la naturaleza. De ahí que la confianza y la esperanza en Dios estén inseparablemente unidas al terror que suscita la impenetrabilidad de sus designios. De ahí también el problema ético fundamental de un planteamiento empirista y estadístico como el de Dawkin que no logra liberar a nadie de la posibilidad siempre amenazadora de que exista el temible arquitecto del universo que describen las religiones. Difícilmente puede uno "dejar de preocuparse y disfrutar de la vida" cuando un Dios vengativo puede castigarnos, precisamente por "dejar de preocuparnos y disfrutar de la vida." La « apuesta pascaliana al revés » sigue siendo una apuesta y una apuesta nunca permite salir del círculo del temor y de la esperanza en el que la religión nos sitúa inevitablemente.
La campaña de Dawkins y de los humanistas pretende aunar la buena educación y el apego teórico a la experiencia características de la academia anglosajona. A pesar de ello, las reacciones del integrismo católico ante su campaña no han hecho gala de estos mismos valores, pues el ayuntamiento de Génova ha prohibido la publicidad atea en los autobuses, y en el propio ayuntamiento de Barcelona, algún concejal católico ha mostrado públicamente su enojo por la exhibición pública de mensajes que niegan aunque sea parcial y educadamente a Dios. Sin duda, es recomendable guardar las formas y mantener el respeto por las opiniones ajenas, sobre todo si no las compartimos. La libertad de pensamiento, según la fórmula de Rosa Luxemburg, es siempre "sólo la libertad del que piensa de otra manera (immer nur die Freiheit des Andersedenkenden)". Precisamente, por ello creemos necesario poder pensar de otra manera que los creacionistas y negar sus tesis de manera clara y tajante, replicando con todo respeto a los creacionistas...y al profesor Dawkin : Dios no existe, sin la menor duda.

sábado, 10 de enero de 2009

Hamas: defensa de la resistencia islámica

Es notorio que ha existido, según se dice, un autómata construido de tal manera que resultaba capaz de replicar a cada jugada de un ajedrecista con otra jugada contraria que le aseguraba ganar la partida. Un muñeco trajeado a la turca, en la boca una pipa de narguile, se sentaba a tablero apoyado sobre una mesa espaciosa. Un sistema de espejos despertaba la ilusión de que esta mesa era transparente por todos sus lados. En realidad se sentaba dentro un enano jorobado que era un maestro en el juego del ajedrez y que guiaba mediante hilos la mano del muñeco. Podemos imaginarnos un equivalente de este aparato en la filosofía. Siempre tendrá que ganar el muñeco que llamamos «materialismo histórico». Podrá habérsela -sin más ni más con cualquiera, si toma a su servicio a la teología que, como es sabido, es hoy pequeña y fea y no debe dejarse ver en modo alguno.

Walter Benjamin, Tesis sobre la filosofía de la historia


Nadie en su sano juicio pretende que el movimiento de resistencia islámica Hamas (Harakat al Muqawamat al Islamia) sea un exponente de la Ilustración, sea esta árabe u occidental. Se trata, sin lugar a dudas de un partido religioso e incluso teocrático. No resulta, sin embargo, fácil pedir que basen su actuación política en un análisis puramente racional de su situación a los habitantes de un país colonizado. Palestina loe en un grado extremo, pues su población está compuesta en enorme proporción de deportados y refugiados de distintas oleadas de colonización judía y se ha visto sometida a decenios de represión y humillación durante los cuales el Estado sionista ha ido liquidando físicamente o condenando al exilio a sus dirigentes políticos y a muchos de sus intelectuales. Quien compruebe cómo se desenvuelve lo que va quedando de la política en Europa occidental y en los Estados Unidos, donde las decisiones políticas van sistematicamente acompañadas de una permanente manipulación de la opinión, no debería sorprenderse de que los más pobres y oprimidos no superen a los más ricos y cultos en “racionalidad política”.

El carácter explícitamente teológico del movimiento Hamas así como de los sectores más activos de la resistencia anticolonial árabe y musulmana merece una reflexión. En primer lugar porque su exotismo, con el que se quiere justificar una guerra de civilizaciones es muy relativo. Tal vez sea una de las mayores ilusiones ilustradas del marxismo el haber pensado que una política racional, un socialismo científico fuera posible. En eso el propio Marx era hijo de su tiempo y no pudo separarse de la tendencia ideológica dominante. No basta la racionalidad para fundamentar una acción política, ni en general para desencadenar una acción. La conclusión de un silogismo práctico es, según Aristóteles, no una proposición, sino un acto. Una decisión cuyo fundamento está en otro terreno, en otro escenario. La política, toda política requiere un suplemento que Walter Benjamin denominaba teológico y que sirve de fundamento a sus planteamientos racionales. A la frase de Lenin según la cual “el marxismo es omnipotente porque es verdadero” de clara connotación cientista, Benjamin responde que “el materialismo dialéctico es invencible asociado a la teología.” No basta un análisis racional de una situación insoportable, ni basta la propia insoportabilidad de la situación para que con ello surja un impulso político que tienda a salir de ella. Es necesario un planteamiento que en cierto modo se despegue de la “realidad”, considere que la realidad por sí misma no tiene sentido, es insensata, no justifica nada. Es necesario alcanzar una posición de relativa trascendencia a la racionalidad que describe lo real para ver que todo poder es transitorio y relativo. Lo que en términos de teología islámica se expresa con algunas frases que sirven de fundamento a toda una civilización: “la ghaliba illa Allah” (no hay más vencedor que Dios) o el "takbir", el acto de decir “allahu akbar” (Dios es el más grande, o Deus maximus, según traducían los cronistas medievales cristianos).

La posición teológico=política no es totalmente ajena al materialismo, sino más bien complementaria de este. El plano teológico=político abre un espacio de excepción frente a culquier realidad que aspire a ser norma y no mera facticidad. Frente a los reyes que se creen dioses y frente a los órdenes inmutables basados en los derechos humanos y el mercado, también frente a quienes ridículamente afirman que hay pueblos elegidos por Dios. La excepción teológica es condición inexcusable de cualquier política que no se vea reducida a policía de la normalidad. Incluso =o sobre todo= de una política materialista.

El rechazo por parte del materialismo de cualquier concepción cerrada y total de la realidad obedece al hecho de que lo real no puede ser nunca el resultado de la voluntad o la plasmación de la idea de un sujeto. Como afirmaba Fichte, el idealismo afirma que el objeto deriva del sujeto, el materialismo que el sujeto es un efecto del objeto. La realidad no tiene carácter ideal y por ello mismo no puede ser "leída" como un texto según nos enseñaba Louis Althusser. No tiene valor "epistemológico" ni normativo. Por ello mismo toda verdad y toda justicia son resultado, no de una determinación a priori, sino de una lucha, de un esfuerzo, de una acción en contraste con otras realidades. Resultado y conquista momentáneo y parcial. La verdad, no es la transparencia, sino la elucidación, la aletheia. A la facilidad de la lectura se sustituye la labor de la producción de conceptos, al orden moral firme como las estrellas la lucha permanente de los hombres por la "decencia común".

El materialismo no pretende siempre ya saber, sólo sabe que todo saber es una producción que tiene como resultado productos parciales y transitorios. Mediante la idea de Dios, la teología produce efectos materialistas al precarizar los órdenes y los saberes mundanos mediante la afirmación de su fundamento oscuro y transcendente. En cierto modo reconoce una división, una brecha en la realidad que separa a esta de su fundamento y por la cual todo orden mundano resulta precario. Esta división se cierra, sin embargo, mediante la idea de un Dios omnisciente y omnipotente que da una coherencia absoluta, aunque oculta, al conjunto de lo real. El materialismo afirma esta misma división y esta brecha. Dice con Heráclito que la guerra es el padre de todas las cosas y asume la contradicción práctica que reprocharan a Spinoza: que Dios modificado en Turco pueda matar a Dios modificado en cristiano. Uno se divide en dos. La diferencia entre el planteamiento materialista y el teológico es que este último pretende mediante la idea de Dios cerrar el espacio del conocimiento y de la acción que el materialismo pugna por dejar abierto. El materialismo se enfrenta a la insensatez del mundo aceptando la ignorancia como marco inevitables de una verdad que sólo puede ser elucidación y produciendo conocimiento. Sin suponer que existe una verdad oculta. Para el materialista, un objeto volador no identificado o una visión espectral figuran, sin que ello produzca particular desasosiego a quien es amigo de la tierra y del mundo, entre la multitud de cosas que desconocemos; para el religioso, son un OVNI tripulado por extraterrestres o un ánima. Lo desconocido es para la religión milagro, el milagro es, para la razón materialista desconocido. Con todo, ambas posiciones se diferencian nítidamente del idealismo, que afirma que lo real es ideal, que lo real es en último término una realidad coherente puesta por un sujeto sin fisuras, lo cual le otorga sentido y la hace legible.

Condenar de entrada a un movimiento político por tener un fundamento religioso como pretenden nuestros laicos occidentales, perseguidores de las chicas con velo, es suponer que puede existir algo así como una política "puramente racional" y que en último término la realidad histórica tiene un sentido más allá del que le den las luchas y el pensamiento de los hombres, pues "todo lo real es racional". Esto como sabemos desemboca en el fin de la historia y de la política declarado por Kojève, y más recientemente por Fukuyama y en lugar de fundar una política, declara el fin y la disolución de toda política en el orden liberal. El drama estúpido que se ha producido estos últimos días en la izquierda italiana en Milán y otras ciudades a propósito de los rezos musulmanes en las manifestaciones a favor de Gaza es una muestra de la impotencia de la izquierda italiana, de su incapacidad de despegarse de una racionalidad chata anclada en lo fáctico.

Hamas es, por lo tanto, un movimiento político que, como todos los demás, tiene un componente teológico. Tal es, según François Burgat, el caso, en general de todos los movimientos anticoloniales islámicos surgidos tras el fracaso del anticolonialismo laico. La particularidad de Hamas y de los demás movimientos islámicos de resistencia es que en ellos el componente teológico islámico es explícito. Esto no les impide ser organizaciones que expresan planteamientos y reivindicaciones políticos, a menudo legítimas y coincidentes con la legalidad y los valores reivindicados por la cultura occidental, que conviene examinar y no sepultar bajo interesadas acusaciones de fanatismo y terrorismo.


Bajo el gobierno de la organización supuestamente "terrorista" y "fanática" que es Hamas, tanto en el conjunto de los "Territorios" tras las elecciones que llevaron al gobierno a Ismail Haniya, como aún hoy en el reducto de legalidad democrática que es hoy Gaza, tras el golpe de Estado organizado por los occidentales y Abbas, esta organización, votada por una gran mayoría de los palestinos ha coexistido y colaborado con numerosas facciones laicas y marxistas de la resistencia y respeta el culto cristiano. También ha manifestado reiteradamente su disposición a un "apaciguamiento" (tahadiya) con Israel cuyas condiciones son el mero respeto del derecho internacional. Hamas ofrece aun hoy al Estado sionista, tras el asesinato de numerosos dirigentes y militantes del movimiento y las matanzas de población civil perpetradas por Israel, una tregua indefinida a condición de que este reconozca como suyas las fronteras de 1967, tal como lo exigen las Naciones Unidas, sin hacer lo más mínimo por imponerlo. Los "extremistas" y los terroristas son quienes exigen que se cumpla el derecho internacional, los "demócratas" son quienes no aceptan ninguna frontera y se atribuyen un derecho sin límites a la tierra palestina. Es curiosa esta inversión de los términos.

También se esgrime contra Hamas la práctica de los atentados suicidas, que serían prueba de un enorme fanatismo religioso. En primer lugar, los atentados suicidas fueron una táctica hoy abandonada por la dirección de Hamas. Una táctica cuya dimensión es enteramente militar. Si el coche bomba es según la acertada expresión de Mike Davis la "fuerza aérea de los pobres", el atentado suicida tal vez sea la "artillería de los pobres". Ambos son horribles, aunque bastante menos mortíferos que la fuerza aérea y la artillería de los ricos. Pobres y desesperados son los palestinos de Gaza como pocas poblaciones de este mundo. Lo raro es que el número de candidatos a morir matando a los despiadados ocupantes no haya sido mayor. El abandono por parte de Hamas de esta táctica es muestra de su "moderación". En cuanto a los famosos cohetes Qassam que golpean el sur de Israel, estos constituyen un sustituto de los atentados suicidas. Los Qassam atacan a ciegas: su tecnología rudimentaria no permite dirigirlos específicamente contra objetivos militares. Son las patadas y los mordiscos de quien se resiste a que lo maten, patadas y mordiscos que pueden sin duda hacer daño a los circunstantes que contemplan pacíficamente la ejecución. Es también difícil de comprender que una población asediada y enferma no haya sido aún más violenta en su deseperación.

Se dice también de Hamas que en su carta llama a destruir Israel y a exterminar a los judíos. En ella hay, innegablemente, algún eco del antisemitismo de los Protocolos de los Sabios de Sión, ese viejo panfleto antisemita elaborado por la Ojrana zarista en Rusia y leido con fervor por Hitler. Se habla, en efecto de la conjura judía e incluso, judeomasónica. No hace falta, sin embargo, conjeturar ninguna oscura trama para saber que Israel recibe el apoyo de todas las potencias imperialistas, aunque, afortunadamente, no el de todos los judíos del mundo, en su política colonial y racista. Este apoyo lo recibe a la luz del día, incluso hoy, cuando los Estados Unidos se apresuran a enviar a su aliado israelí, en plena carnicería de Gaza, más armas y más municiones a través de Grecia. Decir que ha hecho falta una conjura para perpetrar los crímenes de los que viene siendo víctima la población árabe de Palestina desde hace más de 60 años constituye una muestra ingenua de optimismo histórico y de fe en la humanidad.

El otro elemento supuestamente antisemita de la Carta de Hamas es un hadith , un dicho del Profeta recogido por Bujari y otros musulmanes, que se cita en su artículo 7 y afirma lo siguiente:
"El Profeta, que Alá le bendiga y le dé la salvación, ha dicho: “El Día del Juicio no llegará hasta que los musulmanes combatan contra los judíos (matando a los judíos), cuando el judío se esconderá detrás de piedras y árboles. Las piedras y los árboles dirán: Oh musulmanes, oh Abdulla, hay un judío detrás de mí, ven a matarlo. Sólo el árbol gharkad (evidentemente cierta clase de árbol) no lo hará, porque es uno de los árboles de los judíos”. (Narrado por al-Bukhari y Moslem)"

Se trata de un texto de oscuro significado que, probablemente, se remonte a uno de los numerosos enfrentamientos armados de Mohammed con los primeros perseguidores del Islam, entre los cuales destacaron los idólatras y los judíos. Este texto, conocido y citado desde los primeros siglos del Islam no impidió que florecieran en el mundo islámico importantes y brillantes comunidades judías, perfectamente inscritas en la civilización del Islam. Es un texto de circunstancia que llama a luchar contra los judíos perseguidores del Islam, no a exterminar a los judíos como en su momento pretendiera la Inquisición en España. En cualquier caso, la lucha por la independencia de Palestina exige una lucha contra los invasores y los ocupantes que implica una resistencia armada. Exige designar un enemigo. Defenderse de la agresión israelí, defenderse de este enemigo implica matar judíos, como defenderse de los nazis implicaba matar alemanes, sin que ello signifique que se pretende exterminar a la población judía ni a la alemana.

También se olvida la explícita condena del holocausto realizada por altos representantes de Hamas como Bassem Naim, el ministro de sanidad del gobierno legítimamente designado: " Debe quedar claro que ni Hamas ni el gobierno palestino en Gaza niegan el holocausto cometido por los nazis. El holocausto no fue sólo un crimen contra la humanidad, sino uno de los crímenes más abominables de la historia moderna. Lo condenamos al igual que condenamos todos los abusos contra el género humano y todas las formas de discriminación basadas en la raza, el género o la nacionalidad".

Se omiten intencionalmente otros pasajes de la Carta de Hamas que llaman a la convivencia a las gentes de las distintas religiones. Entre ellos algunos aleyas del Corán que hacen del Islam la única religión que admite el pluralismo religioso como algo querido por Dios. Así, la Carta de Hamas cita Corán 5, 48.Si Dios así los hubiera querido, os habría hecho de una sola comunidad. Pero ha querido poneros a prueba mediante el don que os ha hecho.Procurad superaros unos a otros en las buenas acciones. Todos vosotros regresaréis a Dios. Entonces os dará claridad sobre vuestras diferencias."

Una convivencia bajo el Islam como la que propugna Hamas no es necesariamente una dictadura teológica. Que no tiemblen demasiado los "laicos" occidentales que sólo ven fanatismo religioso en el Islam anticolonial y son incapaces de reconocerlo en la teocracia israelí en la que son los rabinos quienes determinan el derecho a la ciudadanía...Lo que se entiende aquí por Islam no es la Santa Inquisición, sino la convivencia pacífica entre las gentes de las religiones del Libro. En Hamas al igual que en los Hermanos Musulmanes de Egipto hay miembros y dirigentes cristianos. Para ellos el Islam es algo más que una religión: es un espacio de civilización que se trata de liberar de la opresión colonial. Por ello mismo Hamas mereció el apoyo masivo de la población palestina en las últimas elecciones celebradas en los territorios. Un apoyo a una organización que, a diferencia de la Autoridad Palestina colaboracionsita con el ocupante y corrupta, vertebra la resistencia estructurando la sociedad civil mediante redes de ayuda y asistencia que permiten a la lacerada población de los territorios cumplir el fundamental acto de resistencia frente a un poder racista como el de Israel: existir.

Si se quiere ser realmente solidario con Palestina, hay que desear la victoria de Hamas. Apoyar políticamente a esta organización no es traicionar ningún ideal democrático, sino apoyar la resistencia y la existencia misma de una población que corre el grave riesgo de ser exterminada primero políticamente y después, incluso físicamente. Apoyar el actual proceso de paz es defender el exterminio y negar a los palestinos el derecho a resistir y a liberarse del colonialismo racista que asola su país. Se puede estar o no de acuerdo con el ideario y la carta de Hamas. Yo personalmente estoy en desacuerdo con cualquier religión, incluso la de los derechos humanos, aunque considero que el materialismo constituye una teología paradójica, que asume la estructura dividida del sujeto humano y sirve de base a su existencia política. Sin embargo, creo necesario que se libere la solidaridad con la lucha palestina, que se reconozca explícitamente el derecho a la resistencia incluso armada. Que se reconozca este derecho incluso a organizaciones de base teológica o teológico-política. Esto supone, dentro de un esfuerzo general por quitarnos de encima las legislaciones de excepción antiterroristas que pretenden ahogar la disidencia política, que se elimine a Hamas y al conjunto de la resistencia palestina de todas las listas de organizaciones terroristas. Y por pura coherencia, que se incluya en ellas a Israel con todas las consecuencias.

jueves, 8 de enero de 2009

Gaza: el negacionismo en directo

En Francia y otros países europeos existe una ley que sanciona penalmente a quienes nieguen la existencia histórica del Holocausto judío. El legislador francés consideró que la negación del exterminio de los judíos de Europa no constituía una opinión histórica, sino una manifestación de odio y de racismo abyecto. Es más que discutible que el odio y el racismo abyecto se castiguen mediante una norma cuya extensión al conjunto de la investigación histórica haría imposible la investigación y la enseñanza en esta disciplina. De ahí que, con argumentos intelectual y moralmente sólidos, Noham Chomsky se opusiera en su momento a la prohibición de la obra del historiador y mistificador de extrema derecha Faurisson. Las falsedades y las falsificaciones históricas en que se basa el negacionismo neonazi deben combatirse en un doble ámbito político y científico y sólo deben perseguirse penalmente los actos o, si acaso, los llamamientos directos a perpetrarlos. Una ley como la francesa es un claro indicador del nivel de neutralización y degradación del espacio político (pero también, y no por casualidad, del espíritu científico y racional) que caracteriza a nuestras gobernanzas neoliberales. El derecho como instancia presuntamente objetiva sustituye a la política y a la ciencia, eferas que nunca son neutrales pues sólo pueden existir como espacios de lucha por la libertad política y la independencia intelectual. Vencer política e intelectualmente al negacionismo neonazi es necesario para liberar la verdad y consolidar las libertades. Tanto la libertad política como la verdad sólo se abren paso gracias a una lucha constante cuyos frentes son la política y la filosofía.

La prohibición de la negación del holocausto tiene teóricamente por objetivo que éste no vuelva a producirse jamás. Sin embargo, la prohibición de una idea, por absurda y cruel que esta sea no permite que dejen de producirse actos criminales. Ni Francia, ni Europa ni el mundo quedarán libres de la mácula genocida sólo por impedir que se niegue el genocidio nazi. Esta actitud recuerda la famosa paradoja: "Aquí ya no queda ningún canibal: al último nos lo comimos ayer." Aquí no queda ningún heredero de Hitler que reclame abiertamente su pútrido patrimonio, pero sí existen nazis de nuestro tiempo, que no matan en nombre de una raza, sino en nombre de la humanidad o de las "víctimas".

Los herederos fácticos de Hitler han sido algo más taimados. En primer lugar, tuvieron la elegancia de no tomar como objetivo a pueblos blancos y europeos como los judíos y pudieron asesinar a millones de argelinos, vietnamitas, congoleños, guatemaltecos etc. En segundo lugar, tomaron la precaución de condenar el genocidio como tal de la manera más dura, sin por ello cerrar la puerta a las medidas de "contrainsurgencia" y de "lucha contra el terrorismo" mediante las cuales podía obtenerse el mismo resultado que en Auschwitz o en Treblinka de manera más "limpia". Mediante los bombardeos, que con el tiempo llegaron a hacerse pacifistas y humanitarios (cuando no, en una curiosa interpretación de la ética médica, "quirúrgicos"), pudo obtenerse la santificación del exterminio en el marco mismo de la prohibición de la guerra. El pacifismo de Estado, prohibiendo la guerra, sólo dejó abierta la posibilidad de un tipo de guerra legítima, la guerra de castigo contra los criminales. La guerra en nombre de la paz contra los enemigos de la paz y de la humanidad es una guerra sin límites y sin cuartel en la que, como hacen hoy los israelíes en Gaza, pueden bombardearse mezquitas, iglesias, hospitales y escuelas y puede dispararse con la mejor conciencia a los enfermeros de la Media Luna Roja cuando procuran asistir a los heridos o recoger los cadáveres.

Para hacer posible una guerra de este tipo, debe en primer lugar "fabricarse" al "criminal" a quien va destinado el "castigo". Para ello, los Estados y poderes del Imperio neoliberal disponen de poderosísimos medios de propaganda capaces de hacer que una opinión pública despolitizada acepte casi cualquier tipo de mentira. Las "justificaciones" de la guerra de Iraq dan muestra de ello. Pero existe otro medio aún más sutil de fabricar al "criminal", al "enemigo del género humano". Basta para ello, como en Palestina, hacerle la vida imposible: cercarlo, matarlo de hambre, de sed y de enfermedad, destruir todos sus recursos y afirmar que el "atraso" en el que vive es una cuestión de "mentalidad" o de "civilización" o de fanatismo y obscurantismo religioso. Hasta que los beneficiarios de este tratamiento se rebelan. El oprimido que se niega a ser exterminado se convierte así en "terrorista" actual o potencial. Los guetos de Polonia durante la ocupación nazi fueron auténticos laboratorios o fábricas en los que se convirtió a los ciudadanos judíos de Europa oriental en parias miserables, sucios, enfermos y desesperados. La inmensa mayoría de los residentes de los guetos fue deportada a los campos de exterminio y asesinada en masa. Una minoría politizada del gueto de Varsovia se rebeló, se alzó desesperadamente en armas contra los nazis y luchó hasta el final, hasta que los nazis arrasaran hasta el último edificio del gueto en su lucha contra los "terroristas judíos".

En Gaza estamos viendo una reproducción de algo muy semejante. La diferencia es que el exterminio de los palestinos se realiza lentamente. Si los nazis tuvieron que ser discretos en sus crímenes, sus discípulos sionistas los proclaman altivamente como actos de justicia contra los enemigos del "proceso de paz" que se propone convertir la Palestina árabe en un rompecabezas de bantustanes. Los sionistas no necesitan ser negacionistas, pues sus crímenes generan su propia negación. El sitio de Gaza produce la humanidad "inferior" y peligrosa que sirve de justificación al propio exterminio como acto defensivo. El bombardeo, la muerte que va del cielo a la tierra, es, como acertadamente lo describen eu último artículo mi amigo Santiago Alba, signo de la distancia y la desproporción "teológicas" entre la omnipotencia, que por ser omnipotente no puede ser sino justa, y la escoria humana desposeida y resentida que le hace frente. El bombardeo "quirúrgico", al igual que el gueto, se justifican y fundamentan a sí mismos, al igual que el Dios causa sui de los teólogos. Es inútil e incluso contraproducente esconderlos o negar su existencia como hicieron los nazis en su día. Baste escuchar al inefable André Glucksmann, quien en un reciente artículo de Le Monde repondía a quienes acusan a Israel de usar medios desproporcionados en Gaza: "Puesto que Hamas – a diferencia de la Autoridad Palestina – se obstina en no reconocer el derecho a axistir del Estado hebreo y sueña con aniquilar a sus ciudadanos, ¿se quiere acaso que Israel imite esta radicalidad y realice una gigantesca limpieza étnica?". Glucksmann parece ignorar que Hamas se limita a pedir a Israel que determine cuáles son sus fronteras y pare la colonización a cambio de una tregua indefinida que podría desembocar en una conversaciones de paz serias y no se plantea en ningún momento echar a los judíos al mar. El sedicente "filósofo" ignora que sabe que el proyecto sionista es precisamente el que él atribuye a Hamas, pues la condición para que en Palestina exista "Una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra" no es ni más ni menos que la declaración de ese territorio "arabierenfrei" (en la terminología nazi, libre de árabes, al igual que el nazismo declaraba las zonas donde se había exterminado a los judíos "judenfrei" o libres de judíos).

El negacionismo clásico negaba la realidad del exterminio judío como hecho histórico, como algo del pasado. Si acaso, considera mediante una argumentación que no teme a la paradoja que el holocausto es una "mentira judía" que retrospectivamente justificaba el negado holocausto. El negacionista nazi dice que los judíos mienten y que esa mentira muestra la realidad del complot judío que, precisamente, justificó el holocausto. El negacionismo sionista va más allá, no tiene que negar el pasado: en el presente, a los ojos del mundo, niega el exterminio al tiempo que lo perpetra como acto de "justicia", de "paz" y de "humanidad", presentando a Israel y su ejército racista y colonial como víctimas de los exterminados. Este negacionismo basado en la inversión de la realidad y la proyección del criminal en su víctima no debe ser prohibido por ninguna ley, sino combatido políticamente e intelectualmente en nombre de la libertad y la verdad.