martes, 13 de enero de 2015

Optimismo de la teoría de la conspiración

Pensar con Thierry Meyssan y otros que la matanza de Charlie Hebdo y los acontecimientos subsiguientes son el resultado de una conspiración de oscuros servicios secretos es ser demasiado optimista. Nada de eso es necesario, porque la realidad es mucho peor. Los teóricos de la conspiración creen que este régimen es criminal porque un pequeño grupo de malvados conspira para perpetrar horrendos crímenes y bastaría con desenmascararlos y neutralizarlos para que el orden existente fuese democrático, libre y justo. Desgraciadamente, el poder actual no necesita conspiraciones ni miente demasiado: suele decir la verdad. Es difícil concebir peor crimen que el embargo y la guerra contra Iraq, que costaron más de un millón de muertos y destruyeron un país, hoy sumido en la guerra civil, y sin embargo, esto se tramó ante el público: en los parlamentos y en las Naciones Unidas con la más completa impunidad. Igualmente, las políticas de la Troika que arruinan a los países del Sur de Europa y empobrecen a las clases populares en el resto de la Unión Europea, también se han tramado con luz y taquígrafos, sin ocultar absolutamente nada.

Esto es así porque el problema no es que se violen las normas que rigen este sistema en lo político o en lo económico, sino que sigan aplicándose. El capitalismo actual, de hegemonía financiera, juega abiertamente con el riesgo para las poblaciones, mientras los Estados protegen de todo riesgo a los bancos y grupos financieros. Las potencias capitalistas juegan con fuego  en el plano geopolítico y organizan grupos como los Talibanes o el Estado Islámico que siembran el terror entre sus enemigos de un momento, pero luego vuelven sus armas contra las propias poblaciones de Europa y Estados Unidos. El poder actual no garantiza, como hacía el Estado soberano clásico, la seguridad, sino que gestiona el riego permanentemente. Eso sí, procura que el riesgo lo asuman sobre todo las poblaciones y no los gobernantes ni los demás integrantes del bloque de poder político financiero de las actuales deudocracias. El peligro no es algo que deba tender a eliminarse, sino algo con lo que se juega: tal es el origen del apoyo incondicional a Israel y a los grupos islamistas fundamentalistas más desquiciados, a sabiendas de las posibles consecuencias a nivel mundial de una política en la que la apuesta por el riesgo sustituye a cualquier forma de responsabilidad. Se crea el desorden y la inseguridad, se mantiene incluso el caos hasta que termina produciéndose algún "trágico acontecimiento" y el propio poder causante del desorden, vuelve a ofrecernos seguridad a cambio de una limitación de nuestras libertades y una mayor obediencia.

Sostenía Montesquieu que no se puede nunca comprar la paz, pues el mismo a quien se la compras te la volverá a vender tras haber creado de nuevo una situación de guerra. Frente al tipo de poder hoy imperante, no se puede comprar la paz y la seguridad con obediencia y aceptando limitaciones de nuestras libertades. La única posibilidad sensata de tener paz y seguridad es desobedecerle y derrocarlo. Mientras siga dominando la casta, la inseguridad y la denominada "amenaza terrorista" no serán ningún accidente, ni siquiera el resultado de esas benditas conspiraciones con las que sueñan algunas almas ingenuas que se creen maquiavélicas. Monstruosidades como el atentado contra Charlie Hebdo o en general contra la población civil se inscriben en el funcionamiento normal de una sociedad de control que asume el peligro físico y la violencia contra sus propias poblaciones como modo normal de gobierno. Y es que esta lógica de la inseguridad es una estructura fundamental del régimen que no vacila en crear zonas de catástrofe social financieramente inducida como España o Grecia o situaciones de violencia o de guerra civil enquistadas como en Iraq o en Siria.

7 comentarios:

Juan Bordera dijo...

¿Qué opina el autor sobre este artículo?:

http://blogs.publico.es/puntoyseguido/2307/atentado-de-paris-mucha-hipocresia-y-tres-hipotesis/

Descartar sistemáticamente la conspiración, es descartar parte del lado oscuro del ser humano. Conspirar, tramar algo a espaldas de alguien, ocurre cada día en cada ámbito, micro y macro, familias, empresas, gobiernos...

De ahí deducir que quien cree en la veracidad de alguna conspiración, lo hace porque cree que venciendo a los conspiradores se arregla todo. Es reduccionista hasta un punto que no esperaba en el autor. Saludos.

Anónimo dijo...

Te felicito. Un gran artículo. Has ido al núcleo duro que hoy "nos gobierna"

Iohannesmaurus dijo...

En respuesta Juan Bordera

Creo que las conspiraciones pueden existir y que pueden tener algunos efectos en determinadas coyunturas. La conspiración contra Adolfo Suárez es un hecho comprobado de la historia española reciente. Sin embargo, no creo que sean determinantes, ni que sean en absoluto lo que explica la opresión y la explotación que viven las mayorías sociales. No es una conspiración sino el funcionamiento legal y normal de un orden político que y social que solo beneficia a una minoría lo que determina la inseguridad profunda y cotidiana de los ciudadanos tanto económica como política. El lado oscuro del ser humano que se expresa en las conspiraciones se expresa también a diario en el funcionamiento normal de una sociedad de clases.

Juan Bordera dijo...

Mucho más de acuerdo con ese comentario, maestro. Es cierto que el orden político y el funcionamiento legal y normal son las causas que rigen, y cierto es que la obsesión con las conspiraciones es real. Demasiado real. Como lo es la desinformación ejercida desde las esferas de poder.

Coincido con usd, en el análisis de Wikileaks por ejemplo, que he leído en otra entrada suya sobre el tema, aunque reconozco que me gustaría que coincidiéramos en identificar los claroscuros que hay en este atentado de París, como ejemplifica el artículo de Nazanin Armanian para Público.

Considero este vídeo una joya, una explicación de cómo piensan realmente muchos, y alguno se atreve hasta a decirlo: https://www.youtube.com/watch?v=EDzE7br-GT4

Las conspiraciones no son determinantes, sus efectos quizá más de lo que nos gustaría.

Anónimo dijo...

Me parece demasiado aventurado asegurar que el atentado es sólo una consecuencia de los monstruos creados por el capitalismo que se vuelven en nuestra contra. Es decir, dar pábulo a parte de la versión oficial; los monstruos de una civilización o religión (sean estos fruto de la geopolítica o no) atacan a la otra, descartando que sea una vez más, lo que en EEUU llaman "inner work"; el poder no sólo "crea el desorden", sino que ejecuta o ayuda a que se ejecute directamente.
El tema es que no hay datos para asegurar categóricamente la veracidad de una versión u otra, tampoco tiene pruebas Thierry Meissan para asegurar lo que asegura, pero una cosa está clara; mientras la opinión pública, atenazada por el miedo, identifique solamente al turbante con las balas, sin considerar la turbia historia reciente de los atentados en Europa Occidental desde los 70 (Gladio en Europa no es un invento de ningún escritor, ver vídeo) y los puntos oscuros (oscurísimos) de este atentado, habrá barra libre para el recorte de derechos y la xenofobia. La gente, en estado de shock y aterrada, necesita un culpable y le dan igual las explicaciones geopolíticas o los DDHH cuando las decisiones se toman en caliente. Por eso, es importante analizar todas las variables.
Ni yo ni creo que Juan Bordera Romá tampoco, ni muchos otros que conozco , pensamos que destapada la conspiración se acaba la dominación capital-extractivista, para nada. Pero los "inner work" si contribuyen a apuntalar esa dominación cuando el miedo y la "inseguridad" lo barren todo frente a la crítica y el deseo de progreso social.
Es más, que se extienda la mentalidad crítica, la argumentada, no la conspiranoia como explicación para todo lo que ocurre en geopolítica, fomenta la desconfianza hacia la geopolítica adoptada por los gobiernos dominantes.
Creo que, en este caso, dudar de los hechos tal y como se nos presentan, es una pata más que se complementa a la lucha contra el neoliberalismo y su depredación social y biológica.
Cuando en el 2001 se vendían camisetas con aquel lema de "quien siembra vientos recoge tempestades" en Tirso de Molina (parte más politizada del Rastro madrileño) por lo de las torres gemelas, no se ayudaba del todo a explicar el origen de las cosas, ni a la crítica al poder global imperante. Se ajustaba muy bien al marco de referencia clásico izquierdista pero no dejaba ver lo realmente siniestro; no está nada claro que fueran de otra civilización ni religión los atacantes, como le convenía a Bush y compañía que pensásemos todos. Y así fue, hubiera o no armas de destrucción masiva, el origen de los terroristas y su motivación estaban más o menos claros para todos en ese momento, así que la opinión pública estadounidense lo aceptó en principio y casi sin fisuras (hoy en día la división de opiniones se refleja en todas las encuestas sobre el tema).
Sin embargo, es curioso como ese mismo marco de referencia de la izquierda más clásica si suele aceptar el "juego sucio del Estado" cuando se afecta a organizaciones afines.
Pero esto de las conspiraciones, las mentiras y el juego sucio no es nada nuevo, es inherente al Estado; los procesos de Montjuic, la Mano Negra, el asesinato de Ferrer i Guradia, los de Sacco y Vanzzetti, Plaza Fontana, Oktoberfest en el 80,y tantos otros...
¿Veremos alguna otra vez a un mandatario occidental reconociendo la existencia de este lado siniestro de la política? Sean quienes sean y por los motivos que sean, se trata de un asesinato terrible con objetivos totalitarios. Un abrazo compa.
https://www.youtube.com/watch?v=j1fH3YpQciQ

Simón Royo Hernández dijo...

Desde hace tiempo que estoy muy de acuerdo con lo expuesto: http://www.rebelion.org/hemeroteca/opinion/simonroyo180702.htm

Antonia Mondéjar dijo...

Entiendo que JD expresa que la conspiración no es necesaria. Porque aquello que las élites urden contra la población no se hace ocultamente.

La oligarquía crea un caldo de cultivo, a la vista de todo el mundo, en el cual germinará un acto brutal.

Otra cosa es una conspiración para perpetrar un acto concreto de una grupo contra otro; por ejemplo el asesinato de Kenedy.

Pero pensar que el atentado contra Charlie es un montaje me parece infantil. No hay teatro fuera estamos todos en él.